Jesús convierte el agua en vino
Juan 2: 1-11
Jesús convierte el agua en vino ESCUDRIÑAR: Si Yeshua no hubiera hecho ningún milagro todavía, ¿por qué María se habría acercado a Él? ¿Qué aprende usted acerca de Jesús y Su madre en los versículos 3-5? Dada la importancia de las costumbres sociales, ¿cómo se sentiría usted como anfitrión (versículo 3)? ¿Y cómo sirviente (versículos 6-8)? ¿o cómo el amo en los versículos 9-10? ¿y cómo el novio? ¿Qué papel juegan la función y el tamaño de las tinajas en esta historia? ¿Cómo demuestra la cantidad y la calidad del vino la gloria de Yeshua?
REFLEXIÓN: ¿Alguna vez ha visto usted a Dios proveer de una manera milagrosa? ¿Cómo? ¿Qué nos impide reconocer las provisiones de Dios? Si no es un milagro, ¿de todas maneras Dios provee? Haga una lista de algunas maneras en las que Dios ha satisfecho sus necesidades. ¿De qué manera acordarse de la provisión de Dios en el pasado le anima a confiarle sus necesidades presentes? ¿Qué placeres sencillos le brindan una sensación de alegría o satisfacción? ¿Qué es lo que a veces le impide disfrutar de la vida? ¿Cómo cree que se ve afectado su testimonio cuando no se toma el tiempo para disfrutar de la vida?
Nadie es más cuidadoso con los detalles de tiempo que el apóstol Juan. A partir de estos versículos y hasta 2:11, nos cuenta, paso a paso, la historia de la primera semana trascendental en la vida pública de Jesús.
Los eventos del primer día están en Juan 1:19-28.
La historia del segundo día se narra en 1:29-34.
El tercer día se desarrolla en 1:35-39.
Los tres versículos 1:40-42 cuentan la historia del cuarto día.
Los acontecimientos del quinto día se cuentan en 1:43-51.
El sexto día no se registra por alguna razón.
Y los eventos del séptimo día de la semana se narra en 2:1-11.309
Al tercer día hubo una boda en Caná de Galilea, y estaba allí la madre de Jesús (Juan 2:1). Jesús no estaba en la boda para hacer milagros ni para llamar la atención. Su ministerio público comenzaría en Jerusalén con la primera purificación del Templo (Juan 2:13-22), donde no se verá ningún milagro. Pero aquí, al tercer día, se celebró una boda en Caná de Galilea. La boda tuvo lugar el tercer día, porque era un viaje de tres días desde Judá hasta Galilea, donde se encontraba la ciudad de Caná. ¿Cuál es el tercer día en el calendario hebreo? Es un martes. El calendario hebreo no tiene nombres para los días. Nuestro calendario en español tiene nombres de dioses paganos. En el día del sol, adoraban al sol. En el día de la luna, adoraban a la luna. En hebreo, es el primer día, el segundo día, el tercer día de la semana, y así sucesivamente. Entonces, ¿por qué las bodas judías siempre se celebran en martes? Porque las bodas necesitan una doble bendición. El martes es el único día en la historia de la creación donde dice dos veces: Y vio Dios que era bueno (1:10b, 1:12b). Dios había regresado a la región de Su creación. Caná estaba a unos 6,5 kilómetros de Nazaret, y probablemente se trataba de la boda de un familiar cercano. Esto explicaría el papel proactivo de María en la fiesta (Juan 2:1). No se menciona a José porque probablemente ya había fallecido en ese momento. Lo más probable es que María viviera con un medio hermano de Yeshua.
El séptimo día de la primera semana del ministerio de Yeshua: Y también había sido invitado a la boda Jesús con sus discípulos (Juan 2:2). La escena es una fiesta de bodas en un pueblo (para más detalles sobre la fiesta de bodas judías, haga clic en el enlace y vea Al – El nacimiento de Jesús es anunciado a María). Jesús y sus cinco apóstoles también habían sido invitados a la boda. En el sistema de bodas judía de esa época, había una fiesta de bodas con un grupo grande de personas después de la boda con un número pequeño de personas, que duraba siete días. Para una fiesta judía, el vino era esencial. Los rabinos decían que sin vino no hay alegría. Normalmente, primero se servía el mejor vino y, cuando la gente se emborrachaba y no notaba la diferencia, sacaban el vino más barato. Pero lo peor que podía pasar en una boda judía era quedarse sin vino, era una calamidad social en un evento tan importante. Pero la fiesta duraba siete días y a veces eso sucedía.
A lo largo del ministerio terrenal de Cristo, Miriam apareció sólo en tres escenas. En dos de esas ocasiones, Jesús mismo repudió explícitamente la idea de que la autoridad terrenal de ella sobre Él como Su madre, le daba derecho a gestionar cualquier aspecto de Su ministerio. Lo hizo sin mostrarle ninguna falta de respeto, por supuesto, pero no obstante rechazó clara y completamente la idea de que María fuera en algún sentido una mediadora de Su gracia.
La Iglesia primitiva no sabía nada sobre el culto a María tal como practican algunos hoy en día. La primera mención de María de la leyenda sobre ella, se encuentra en el llamado Proto-Evangelium de Santiago, hacia finales del siglo II, y presenta una historia fantástica sobre su nacimiento. También afirma que ella permaneció virgen durante toda su vida. Pero Tertuliano, que fue una de las mayores autoridades de la Iglesia antigua, y que murió en el año 222 dC, alzó la voz contra la leyenda sobre el supuesto nacimiento milagroso de María. También sostuvo que después del nacimiento de Yeshua, Miriam y José vivieron en una relación matrimonial normal. Así, la Iglesia funcionó durante al menos 150 años sin idolatrar el nombre de María/Miriam. Las oraciones dirigidas a María, a los santos muertos y a los ángeles surgieron alrededor del año 600 dC. El Ave María comenzó en 1508, y no hay registro en las Escrituras de que alguien haya invocado a María para la salvación.310
La familia del novio proporcionara suficiente comida y bebida para todos. Desafortunadamente, no habían planeado muy bien. Y faltando vino, la madre de Jesús le dice: No tienen vino (Juan 2:3). Hasta el día de hoy en Oriente, la hospitalidad se considera un deber sagrado y, en algunos casos excepcionales, una causa de acción legal si se niega.311 El anfitrión de la boda era sin duda un miembro de la familia a quien María apreciaba mucho. Era como si ella estuviera diciendo: “Hagan algo al respecto”. Sin decirlo directamente, probablemente estaba pidiendo un milagro, aunque Jesús aún no había realizado ninguno.
El tema de la bebida para los creyentes es importante para nosotros hoy. La Biblia condena claramente la embriaguez: No os embriaguéis con vino, en el cual hay desenfreno, antes bien, sed llenos del Espíritu (Efesios 5:18). El desenfreno o libertinaje es llevar a otros por el mal camino sexual. El juicio de Dios sobre el uso indebido del vino parece reflejarse en Su juicio sobre Nadab y Abiú (Levítico 10:1-7). Este incidente es seguido por la instrucción de ADONAI a Aarón: Cuando entréis en la Tienda de Reunión, tú, y tus hijos contigo, no beberéis vino ni licor fuerte, para que no muráis. Es estatuto perpetuo por vuestras generaciones, para poder distinguir entre lo santo y lo profano, y entre lo inmundo y lo limpio (Levítico 10:9-10). Las Escrituras también proveen advertencias contra el mal uso de las bebidas alcohólicas (Proverbios 23:29-35). Proverbios 20:1 declara: El vino es pendenciero, alborotador el licor: El que se tambalea con ellos no es sabio. En consonancia con tales advertencias, el apóstol Pablo/Saulo dice que los ancianos o diáconos no deben ser adictos al vino (Primera Timoteo 3:3 y 8).
A pesar de estas advertencias, la Biblia reconoce que el vino es uno de los regalos de Ha’Shem. a su pueblo (Deuteronomio 7:13; Eclesiastés 9:7-10; Amós 9:13-14; Joel 3:18). El que hace brotar la hierba para el ganado, Y la vegetación para el servicio del hombre, Para que él saque el pan de la tierra, Y el vino, que alegra el corazón del hombre; Y el aceite, que hace brillar su rostro, Y el alimento, que sustenta el corazón del hombre (Salmo 104:14-15). Esta perspectiva se refleja en las palabras del rabino Saulo/Pablo en Colosenses 2:20-23 y Primera Timoteo 4:1-5, donde condena el ascetismo.
Está claro que el vino en los días del Mesías se diluía con agua. La proporción variaba de un lugar a otro, pero por lo general era una parte de vino por tres partes de agua. Sólo los bárbaros bebían vino sin mezclarlo. No era jugo de uva. Era vino, pero estaba diluido. Obviamente, el vino que se compra en las tiendas hoy en día no está mezclado. Su contenido alcohólico es considerablemente mayor que el del vino del primer siglo. Y el costo es incalculable con la adicción y las muertes relacionadas con el alcohol, por no hablar del daño a las familias y los matrimonios. El consumo de alcohol entre los adolescentes se ha vuelto desenfrenado.
Cada creyente debe tomar una decisión sobre si consumir o no bebidas alcohólicas. No existe ningún texto que avale la abstinencia total, ni tampoco ningún texto que abogue por el consumo social de alcohol. Uno debe guiarse por su conciencia y por los principios de la Palabra. Este es un tema en el que las conciencias pueden diferir (Romanos 14:1-5) y la aplicación de los principios bíblicos puede variar, dependiendo de la situación en cuestión. Tomar una copa de vino en casa es muy diferente a salir y tomar una cerveza con alguien que usted sabe que es alcohólico.
El principio de la libertad que limita el amor debe tenerse en cuenta al tomar una decisión sobre este asunto. El uso del vino es un ámbito de libertad, pero el rabino Saulo sugiere que esta libertad siempre se ejerza con amor y autocontrol (Primera Corintios 8:9-13). Nos declara específicamente, incluso hoy: Bueno es no comer carne, ni beber vino, ni nada en que tropiece tu hermano (Romanos 14:21).312
Pero, volvamos a la fiesta de bodas en Caná... algunos de los intercambios más significativos entre el Señor y Su madre pasan casi desapercibidos. Pero una madre, cuyas antenas están perfectamente sintonizadas con su hijo, capta señales que pasan desapercibidas para los demás. Jesús tenía una manera de decir las cosas que se le quedó grabada a María. Nunca fue frívolo, descuidado o grosero. Al contrario, en cada conversación, Yeshua siempre fue considerado e intencional con sus comentarios. Las palabras que le dijo a su madre sirvieron como una agenda sagrada para ella. El camino que recorrió fue rocoso y empinado. Su destino -la cruz- amenazaba con devastar por completo a la mujer que era la madre bendita. Las declaraciones del Mesías sobre su madre estaban diseñadas para liberarla de la vergüenza y la pérdida inevitables, y para darle una identidad que fuera inquebrantable. Y así dijo lo inesperado, sorprendiéndola y tomándola por sorpresa. Miriam oyó y reflexionó sobre lo que dijo.
Jesús le dice: Mujer, ¿y a ti y a mí qué? Aún no ha llegado mi hora (Juan 2:4). En los días de Yeshua, dirigirse a su madre como mujer no era ni grosero ni inapropiado como lo es hoy. Más tarde, se dirigió tiernamente a María de una manera similar desde la cruz (Juan 19:26). En la cultura de Galilea del primer siglo, era muy parecido a dirigirse a una mujer como “señora” o “madam”. Era un término de respeto o afecto. Sin embargo, debemos tener en cuenta que era muy inusual que un hijo se dirigiera a su madre de esa manera.313
Sin embargo, el simple hecho de que Él no se dirigiera a ella como “madre” –algo que cualquier madre notaría– envió una fuerte señal a Miriam de que su relación con Jesús como Su madre estaba cambiando. Eso no significa que Sus palabras no traspasaran el corazón de María. Declarar, en esencia, “¿Qué tengo que ver contigo?” o “¿Qué tenemos tú y yo en común?” debe haberla herido profundamente. Después de todo, ella lo había dado a luz. Yeshua Jesús podría hablar de esa manera a otros, pero ¿cómo podría decirle algo así a Su propia madre? Incluso más que cuando tenía doce años y comenzó su separación en el Templo de Jerusalén (Lucas 2:41-50), aquí estaba señalando una mayor separación de ella. Estaba definiendo límites en su relación con María mientras se preparaba para comenzar Su ministerio público. Ya no estaba siguiendo las directivas de su madre, sino haciendo la obra de Su Padre.314 Vea Ey – La madre y los hermanos de Jesús). Sería necesaria más enseñanza, pero, la última vez que vemos a Miriam en la Biblia, la vemos justo donde pertenece: con Juan, los otros talmidim y discípulos del Mesías resucitado, esperando la venida del Ruaj HaKadesh (Hechos 1:14).
Si Jesús se hubiera sometido por sugerencia y dirección de Su madre, podría haber habido algún fundamento para el “culto a María” y para la afirmación de la Iglesia Católica Romana de que “María es la esperanza de todos”, pero aquí, al comienzo mismo de Su ministerio, se le quita el terreno a cualquier afirmación de ese tipo.315
Aún no ha llegado mi hora (Juan 2:4b). Como Su ministerio público aún no había comenzado, le dijo a María que Su tiempo de ser revelado como el Mesías aún no había llegado (Juan 7:30, 8:20, 12:23, 12:27, 16:32, 17:1). Su ministerio público no podía comenzar en Galilea. Necesitaba comenzar en la Ciudad de David. Los milagros que autentificarían Su afirmación de ser el Mesías necesitaba empezar por ahí. Él estaba en el tiempo de Dios, no en el de ella. Como hombre, Él era su hijo. Pero, como Dios, Él era su Señor. No era asunto de ella darle órdenes en asuntos espirituales. La forma en que Él le habló simplemente le recordó ese hecho sin mostrarle ninguna falta de respeto real. Luego convirtió el agua en vino.
Después de eso, Miriam siempre permaneció en un segundo plano. De hecho, la última mención de ella en la Biblia está en Hechos 1:14. Ella nunca buscó ni aceptó el tipo de superioridad que tantos parecen empeñados en tratar de imponerle hoy. Ella nunca más intentó interceder ante Jesús para obtener milagros, favores especiales u otras bendiciones en favor de sus amigos, parientes o cualquier otra persona. Es solo una necedad segura la que hace que alguien imagine que ahora se le debe rezar y venerar.316
Por la respuesta de Miriam, es evidente que, por sorprendida o confundida que estuviera, no se sintió demasiado ofendida. Su madre dice a los que servían: Haced lo que os diga (Juan 2:5). Mientras María trataba de resolver su relación con Jesús, ella se sentía constantemente desconcertada por las cosas que Él decía y hacía. Ella luchaba por aceptar su identidad como madre de Yeshua y como seguidora del Mesías. Su Hijo resultó ser un desafío mayor del que ella esperaba.
Y había allí seis tinajas pétreas asentadas conforme a la purificación de los judíos, cada una con capacidad de dos o tres metretas (Juan 2:6). La capacidad de cada tinaja una era de 75 a 115 litros de agua. El agua era necesaria para dos propósitos.
Primero, era necesaria para limpiar los pies al entrar a la casa. Los caminos no estaban pavimentados. Las sandalias eran simplemente una suela sujeta al pie por correas. En un día seco, los pies estaban cubiertos de polvo y en un día lluvioso estaban sucios de barro. El agua se usaba para lavarlos o limpiarlos.
En segundo lugar, era necesario lavarse las manos. La Ley Oral (vea Ei – La Ley Oral) exigía que esto se hiciera no sólo al comienzo de una comida, sino también entre platos. Si no se hacía, las manos estaban técnicamente impuras. Primero se sostenía la mano en posición vertical y se vertía el agua sobre ella de tal manera que corriera hasta el codo (se consideraba que la mano iba desde la punta de los dedos hasta el codo); luego se sostenía la mano apuntando hacia abajo y se vertía el agua de tal manera que corriera hasta la punta de los dedos. Todos los que comían hacían esto con cada mano, y luego se limpiaba cada palma frotándola con el puño de la otra mano. Era por estas razones que estas grandes tinajas de piedra llenos de agua estaban allí.317
Jesús les dice: Llenad las tinajas de agua. Y las llenaron hasta el borde. También les dice: Sacad ahora y llevad al maestresala. Y se lo llevaron (Juan 2:7-8). No se les podía añadir nada; en el momento del milagro las tinajas no contenían nada más que agua. En esa época de la historia, convertir el agua en vino se había convertido en algo parecido a un truco de magia. Hoy diríamos que sería como sacar un conejo de un sombrero. Los ilusionistas en los templos paganos usaban jarras especiales con cámaras ocultas para crear la impresión de que estaban vertiendo agua o vino a voluntad. Parece que Yeshua reveló su sentido del humor al decidir resolver el problema de la familia haciendo lo que otros sólo podían simular. Sólo que Él no dejó lugar a engaños ni dudas. Mientras Él se mantenía apartado –quizás incluso reclinado en una mesa en otra habitación– los sirvientes manipulaban los jarros, buscaban el agua y extraían la muestra. Entonces, en algún lugar entre los jarros y el maestresala se produjo el milagro.318
Así que fue en la boda de una muchacha del pueblo de Caná en que Yeshua primero mostró Su gloria; y fue allí donde los talmidim vieron de manera deslumbrante quién Él era en realidad. Sacad ahora y llevad al maestresala. Y se lo llevaron. Cuando el maestresala probó el agua hecha vino (porque no sabía de dónde provenía, aunque lo sabían los servidores que habían sacado el agua), el maestresala llama al esposo (Juan 2:8b-9). Este es el primero de los siete milagros de Jesús en el libro de Juan (Juan 2:1-11, 4:43-54; 5:1-15; 6:1-15; 6:16-24; 9:1-34; 11:1-44). Él no se dio cuenta de dónde había venido, aunque los sirvientes que habían sacado el agua lo sabían. Por lo tanto, este milagro no fue público y fue presenciado por todos los presentes en la boda. Por el contrario, solo María, sus apóstoles y algunos sirvientes lo presenciaron. El propósito del primer milagro aquí, y Su último milagro cuando resucitó a Lázaro de entre los muertos, fue que Sus apóstoles creyeran en Él.
El maestresala llama al esposo, y le dice: Todo hombre sirve primero el buen vino, y cuando están embriagados, el peor; pero tú has guardado el buen vino hasta ahora (Juan 2:9b-10). Luego, el maestresala llama aparte al esposo (cuyos padres eran responsables de la fiesta) y comentó sobre su alejamiento de la costumbre común (vea Kk – La Tercera Copa de la Redención, para ver qué tipo de vino era).
Juan termina la narración con un recordatorio de la naturaleza de lo que sucedió y de su efecto sobre los talmidim. Este principio de las señales hizo Jesús en Caná de Galilea, y manifestó su gloria; y sus discípulos creyeron en Él (Juan 2:11). Hubo dos resultados de este milagro.
Primero, Jesús manifestó Su poder para crear.
Segundo, este primer milagro fue para que Sus talmidim –cinco de ellos en ese momento– creerían en Él. El último milagro de Cristo sería algo similar. En la resurrección de Lázaro (Juan 11:1-44), sólo unos pocos lo presenciarían, y fue también para que la fe en Él de Sus apóstoles fuera confirmada.
Ntd: Estos eran los apóstoles hasta ese momento: Andrés, Juan, Pedro, Felipe y Natanael (también conocido como Bartolomé)
Leave A Comment