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Jesús habla con una mujer samaritana
Juan 4: 1-26

Jesús habla con una mujer samaritana ESCUDRIÑAR: ¿Por qué los judíos y los samaritanos se odiaban tanto? ¿Por qué fue tan chocante que Yeshua estuviera hablando con ella? ¿Cómo describiría usted la respuesta de la mujer? ¿Cómo le dio Jesús la vuelta a la situación en el versículo 10? En la respuesta de la mujer, ¿qué estaba diciendo realmente? ¿En qué se parecía a Nicodemo? ¿Por qué el Mesías cambia el tema de conversación tan abruptamente hacia su vida personal en el versículo 16? ¿Qué le sorprende de la forma en que Cristo responde a su afirmación de no tener marido? ¿Por qué ella quería discutir sobre teología? En el contexto de esta escena, ¿qué quiere decir Jesús al decirle que Dios desea que, quienes lo adoren lo hagan en Espíritu y en verdad?

REFLEXIONAR: ¿De qué manera se puede identificar usted con la mujer de esta historia? ¿Qué revela esta historia acerca de la actitud de ADONAI hacia la gente pecadora? ¿Cuándo ha sentido la preocupación y el amor de Dios por usted? ¿Qué le impide mostrar Su amor a los demás? ¿Cómo le inspira la respuesta de la mujer al Salvador de los pecadores? ¿Cómo le animan a tratar a los demás las acciones del Buen Pastor en esta historia?

Este capítulo contiene una de las conversaciones más conocidas y hermosas de la Biblia. La mujer samaritana es una figura atemporal: no solo una samaritana típica, sino también un ser humano típico. Aquí Yeshua ofrece la salvación a una mujer marginada, como si le estuviera dando un trago de agua. Pero no confunda Su ofrecimiento directo con un mensaje superficial.

A diferencia de Nicodemo, ella no era teóloga, pero, su corazón estaba dispuesto a reconocer su pecado y a creer en el Mesías. Todo lo que sabemos sobre los antecedentes de la mujer es que su vida era una maraña de adulterio y matrimonios rotos. En su cultura, eso la habría convertido en una paria despreciada, sin más estatus social que una prostituta común. Ella parecía cualquier cosa menos la persona ideal para una conversación. Para llamarla hacia Sí, Yeshua tuvo que obligarla a enfrentar su indiferencia, lujuria, egocentrismo, inmoralidad y prejuicio religioso.

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La mujer samaritana contrasta vivamente con Nicodemo, eran prácticamente opuestos. Él era judío; ella era samaritana. Él era un hombre; ella era una mujer. Él era un líder religioso; ella era una adúltera. Él era erudito; ella era ignorante. Él era miembro de la clase más alta; ella era de las más bajas, incluso más bajas que una paria de Israel, porque era una paria samaritana. Él era rico; ella era pobre. Él reconoció a Jesús como un maestro de Dios; ella no tenía idea de quién era. Nicodemo buscó al Mesías de noche; pero aquí el Salvador la buscó a ella. Sin embargo, Cristo le habló a ella al mediodía. Los dos no podían ser más diferentes. Pero fue el mismo Hijo del Hombre quien se le reveló a ella. Así que, este no es principalmente el relato de una mujer samaritana. Más bien, este es el relato de Jesús revelándose como el Mesías. De todas las ocasiones en que el Salvador pudo revelar quién era, eligió primero decírselo a esta mujer desconocida de Samaria.

Samaria era el reino del norte de Israel. En el año 556 aC Dios permitió que los asirios la conquistaran debido al gran pecado de Samaria. De los diecinueve reyes de Samaria, nunca hubo un rey justo que se sentara en el trono del Reino del Norte. Pero los asirios trataban los territorios conquistados de manera diferente a, por ejemplo, los babilonios. Mientras que los babilonios se llevaban a los mejores y más brillantes habitantes de regreso a Babilonia, Daniel y Ezequiel, por ejemplo, los asirios se mudaban a la zona capturada y se casaban con los pueblos conquistados y los asimilaban a la cultura asiria (Segunda Reyes 17:24). Resistir era inútil. Así que después de la caída del Reino del Norte, los asirios se mudaron allí, y se emparentaron con ellos. Esto diluyó su judaísmo, y el Reino del Sur los miró con desdén. Los veían como mestizos y no como sus iguales en ningún sentido.

Como resultado, los judíos no consideraron a Samaria como perteneciente a la Tierra Santa, pero sí como una franja de tierra extranjera –como la designa el Talmud (Chag. 25a), una “lengua” intermedia entre Galilea y Judea. De los Evangelios sabemos que los samaritanos no sólo eran clasificados con los gentiles y los extranjeros (Mateo 10:5; Juan 8:48), sino que el mismo término samaritano era de reproche. “Hay dos clases de naciones”, dice el hijo de Sirácide (Eclesiástico 1.25-26), “que mi corazón aborrece, y la tercera no es nación en absoluto: los que se sientan en el monte de Samaria, y los que habitan en Siquem”.353

Cuando los judíos regresaron del cautiverio babilónico y comenzaron a reconstruir el Templo en Jerusalén, los samaritanos quisieron ayudarlos. Pero los judíos no aceptaron su ayuda porque eran una raza étnicamente mixta, y habían introducido la idolatría en su adoración. Después de la muerte de Salomón, el Reino se dividió en dos. El rey Jeroboam fundó el reino del norte de Israel sobre la idolatría. Cambió el objeto de adoración, de Dios a becerros de oro; cambió los sacerdotes de adoración de los levitas a todo tipo de personas; cambió la fecha de la Fiesta de los Tabernáculos del séptimo mes al octavo mes; y cambió el lugar de adoración de Jerusalén a Betel y Dan (Primera Reyes 12:25-33). De hecho, solo reconocieron el Pentateuco, y eliminaron todas las referencias a Jerusalén de su Biblia. Doloridos por este rechazo, se volvieron amargamente contra los judíos de Jerusalén. Fue alrededor del año 450 aC cuando ocurrió esa disputa, y era tan amarga como siempre cuando Yeshua entró en escena.

La situación se había agravado aún más cuando el judío renegado, Manasés, se casó con una hija del samaritano Sanbalat (Nehemías 13:28) y procedió a fundar un templo rival en el monte Gerizim, que estaba en el centro del territorio samaritano. Más tarde, en los días de los macabeos, en el año 129 aC, Juan Hircano, el general y líder judío, dirigió un ataque contra Samaria y saqueó y destruyó el templo del monte Gerizim. Por lo tanto, los judíos y los samaritanos se odiaban entre sí.354

Debido a la corrupción de su fe, los rabinos exigían un contacto limitado con los samaritanos. Un dicho popular era: “que nunca ponga mis ojos en un samaritano”. Los rabinos enseñaban: “que ningún israelita coma un bocado de nada que sea samaritano, porque quien come un bocado pequeño es como si hubiera comido cerdo”.

Ahora, Jesús se enteró de que los fariseos habían oído decir: Jesús hace y bautiza más discípulos que Juan (aunque Jesús mismo no bautizaba, sino sus discípulos) (Juan 4:1-2). Sin embargo, Jesús evitó una confrontación hasta el momento oportuno. Él tenía el control de cada situación, incluso el momento y el lugar de Su propia muerte.

Hay cuatro principios generales que se destacan como verdades fundamentales, que se deben enfatizar al presentar el camino de la salvación.

En primer lugar, está la lección del pozo: porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido (Lucas 19:10).

Así que Jesús dejó Judea y se fue de nuevo a Galilea (Juan 4:3). La palabra que Juan usa para decir dejó es un tanto inusual cuando se usa en el sentido de dejar un lugar. A menudo se traduce como abandonado, y puede que aquí haya algo de este significado. Entre Judea al sur y Galilea al norte, un pueblo perdido y abandonado vivía en una tierra espiritual de nadie llamada Samaria; sin embargo, también necesitaban escuchar la Buena Nueva.355

Ahora le era necesario pasar por Samaria (Juan 4:4). Una mirada a cualquier mapa revela que la ruta más directa pasaba directamente por Samaria. Pero, en los días de Yeshua, cualquier judío que se respetase a sí mismo siempre viajaría por un camino diferente. La ruta preferida iba al este del río Jordán, luego al norte a través de Decápolis, antes de cruzar el Jordán nuevamente hacia Galilea. Esa ruta alternativa estaba fuera del camino, pero pasaba por alto Samaria, y ese era el objetivo. Pero, era necesario pasar por Samaria porque tenía un propósito que cumplir, y esto requería que se detuviera en este pozo histórico, hablara con una mujer atribulada e hiciera una revelación sin precedentes.356 Llega pues a una ciudad de Samaria llamada Sicar, cerca del campo que Jacob había dado a su hijo José (Juan 4:5). El camino a Samaria se bifurca justo antes de Sicar. Un ramal va al noreste, a Escitópolis; el otro va al oeste, a Nablus, y luego al norte, a Enganim. En la bifurcación del camino se encuentra hasta el día de hoy el famoso pozo de Jacob.

Esta era una zona que tenía muchos recuerdos judíos asociados. Había allí un terreno que había sido comprado por Jacob (haga clic en el enlace y vea el comentario sobre Génesis HzLa desobediencia de Jacob en Siquem). Jacob, en su lecho de muerte, se lo había dado a José (vea el comentario sobre Génesis Kz Entonces Israel le dijo a José: Yo estoy a punto de morir, pero Dios estará con ustedes). Y, al morir José en Egipto, su cuerpo fue llevado de regreso a Palestina y enterrado allí (Josué 24:32). Así, alrededor de ese terreno se reunieron muchos recuerdos judíos.

El pozo es muy profundo (Juan 4:11), accesible sólo con una cuerda muy larga a través de un agujero cavado en una losa de piedra caliza blanda. Evidentemente, nadie podía sacar agua de él a menos que tuviera algo con lo que sacarla. El reservorio de abajo se alimenta de un manantial, por lo que su agua siempre es fresca, pura y fría. Este es el único pozo, y el agua más fina, en una zona donde abundan los manantiales salados. Y la existencia de un pozo así en la propiedad de Jacob, fue vista por los israelitas como una señal de la gracia y la bondad del SEÑOR hacia su patriarca.357

Allí es en donde estaba la fuente de Jacob. Y Jesús, fatigado del camino, se sentó así sobre la fuente. Era como la hora sexta (Juan 4:6) Era cerca del mediodía, o la parte más calurosa del día.

En segundo lugar, está la lección de la mujer: Llega una mujer de Samaria a sacar agua, y Jesús le dice: Dame de beber (Juan 4:7). Entonces, como ahora, las mujeres sacaban agua de los pozos.

No es casualidad que sus discípulos habían ido a la ciudad para comprar alimentos (Juan 4:8). El Mesías deseaba estar a solas con aquella pobre alma. El Evangelio de Juan presenta a Cristo como Dios revelado en la carne, y sin embargo no hay otro evangelio (Lucas, Marcos o Mateo) en el que lo veamos tan frecuentemente a solas con los pecadores. Lo vemos a solas con Nicodemo; a solas con aquella mujer samaritana; a solas con aquella mujer sorprendida en el acto de adulterio; y a solas con aquel hombre al que había abierto los ojos, y que después había sido expulsado de la sinagoga. A solas con el Señor es donde el pecador necesita estar –sin nada entre medio ni nadie alrededor. No es necesario ningún sacerdote, ningún intermediario. Que el pecador esté a solas con Dios y con su Palabra.358

Le dice entonces la mujer samaritana: ¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy una mujer samaritana? (Porque judíos y samaritanos no comparten) (Juan 4:9). La confrontación en sí es sorprendente, ya que un hombre judío, particularmente un maestro/rabino respetado, nunca hablaría con una mujer desconocida, especialmente una mujer samaritana. Más adelante veremos que fue igualmente impactante para los apóstoles encontrar a Yeshua hablando con ella. Y se habría considerado impensable que Él bebiera de una copa impura que pertenecía a una mujer impura. Su fe creció a medida que avanzaba la conversación. Pero, al principio de su conversación, Jesús era simplemente un judío para ella.

Esto no significaba que no pudieran asociarse o tener contacto con los samaritanos. Los rabinos enseñaban que los samaritanos no debían ser colocados en una posición en la que los judíos les debieran algo. Bajo la ley rabínica, un judío no debía aceptar nada de un samaritano que lo obligara de alguna manera hacia ellos. Estaba permitido comprarles comida, como lo hacían los talmidim. El problema aquí era que Jesús le estaba pidiendo agua a esta mujer samaritana sin pagarla, por lo que, según la forma de pensar de ellos, Él, de alguna manera, tendría una obligación hacia ella.

Los samaritanos odiaban a los judíos y con frecuencia detenían (o a veces mataban) a los judíos que pasaban por Samaria para ir a Sión. Sin embargo, nunca detenían a ningún judío que saliera de la ciudad hacia Galilea, como lo hacía Jesús, porque les gustaba ver a los judíos salir de Jerusalén.

En tercer lugar, está la lección del agua: ¡Si alguno tiene sed, venga a mí y beba! (Juan 7:37b). Primero Él crea en ella la necesidad de la vida eterna. Pasando por alto su pregunta real: Respondió Jesús, y le dijo: Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: Dame de beber, tú le pedirías, y Él te daría agua viva (Juan 4:10). En hebreo, mayim chayim, literalmente, agua viva, significa agua corriente de un arroyo o manantial, en contraste con el agua almacenada en una cisterna. En sentido figurado, con Yeshua, significa vida espiritual.359 Así el agua viva para ella significaba agua corriente, es decir, un pozo o agua dulce. Pero, Jesús está hablando de agua viva espiritual. La mujer aún no entiende esto, pero, ella lo hará a medida que avance la conversación.

Ella cuestionó a Yeshua, pero al hacerlo, reveló algo sobre la teología samaritana: le dice: Señor, ni vasija tienes, y el pozo es hondo. ¿De dónde pues, tienes el agua viva? (Juan 4:11). Ahora ella se dirige al Señor de modo respetuoso, indagando más: ¿Eres tú acaso mayor que nuestro padre Jacob que nos dio el pozo, del cual bebió él, y sus hijos, y sus ganados? (Juan 4:12)? En su pensamiento, nadie era mayor que Jacob y él había sido responsable de cavar ese pozo en particular. Ella creía que el propio Jacob había bebido del pozo en algún momento del pasado. Entonces, la pregunta que realmente estaba planteando era esta: “¿acaso este rabino galileo afirmaba ser más grande que Jacob?”

Jesús hizo la transición al agua espiritual, respondiendo: Todo el que bebe de esta agua volverá a tener sed, pero el que beba del agua que Yo le daré, no tendrá sed jamás, sino que el agua que Yo le daré se hará en él una fuente de agua que brota para vida eterna (Juan 4:13-14). Priva a tu cuerpo del líquido necesario, y tu cuerpo te lo dirá. Priva a tu alma del agua espiritual, y tu alma te lo dirá. Los corazones deshidratados envían mensajes desesperados. Temperamentos gruñones. Olas de preocupación. Mastodontes gruñones de culpa y miedo. ¿Cree que Dios quiere que usted viva así? Desesperanza. Insomnio. Soledad. Resentimiento. Irritabilidad. Inseguridad. Estas son las advertencias. Síntomas de una sequedad profunda. Trate a su alma como trata a su sed. Tome un trago, beba el agua. Inunde su corazón con un buen trago de agua espiritual. ¿Dónde encuentra agua espiritual para el alma? En el último día, el más grande de la fiesta, Jesús se puso en pie, y alzando la voz, dijo: ¡Si alguno tiene sed, venga a mí y beba! (Juan 7:37).360

Al continuar hablando con la mujer samaritana, le dijo: pero el que beba del agua que Yo le daré, no tendrá sed jamás, sino que el agua que Yo le daré se hará en él una fuente de agua que brota para vida eterna (Juan 4:14b). El agua, en este versículo, es una imagen del Ruaj HaKodesh trabajando dentro de nosotros. Más tarde, en el último y gran día de la fiesta de los Tabernáculos, Jesús diría: El que cree en mí, como dijo la Escritura, de su vientre fluirán ríos de agua viva. Esto dijo acerca del Espíritu que iban a recibir los que creyeran en Él, porque todavía no había Espíritu, pues Jesús no había sido aún glorificado (Juan 7:38-39). El Espíritu aún no había sido dado, porque Yeshua aún no había resucitado.

Ahora sí que ella tenía curiosidad, entonces le dice la mujer: Señor, dame esa agua, para que no tenga sed ni venga aquí a sacar (Juan 4:15). Pero ella seguía sin entender. Las siguientes palabras de Jesús la dejaron en un sobresalto. Le dice: Ve, llama a tu marido y regresa acá (Juan 4:16). ¿Y ahora qué debería hacer ella?, se sentía atrapada. La verdad sobre su vida era tan horrible que no quería admitirlo delante de Él. Parecía que Él estaba asumiendo que ella era una mujer típica con un hogar respetable y un esposo honorable. Pero eso estaba muy lejos de la verdad. Así que, en lugar de exponer el lado feo de su vida, ella le dijo solo una fracción de la verdad. Respondió la mujer, y dijo: No tengo marido. Jesús le dice: bien dijiste: no tengo marido (Juan 4:15-17a).

Para su gran disgusto, Jesús ya conocía la brutal realidad. Le dijo Bien dijiste: No tengo marido, porque cinco maridos tuviste, y el que ahora tienes no es tu marido. En esto has dicho verdad (Juan 4:17b-18). Fíjese que Él no la llamó mentirosa. Al contrario, la elogió por decir la verdad. Ella no negaba su pecado… pero tampoco ella estaba particularmente orgullosa de él. Así que, para preservar la mínima pizca de dignidad que le quedaba, simplemente eludió las implicaciones de Su pregunta sin mentir abiertamente. No importaba, de todos modos, Él conocía los sórdidos detalles. Momentos antes, ella había cuestionado si Él era más grande que Jacob, ahora lo sabía. Su fe siguió creciendo mientras hablaban.

Entonces, ella dijo: Señor, estoy viendo que tú eres profeta (Juan 4:19). Él la había desenmascarado por completo. Quienquiera que fuese, obviamente sabía todo sobre ella. Y, sin embargo, en lugar de criticarla, ¡le había ofrecido el agua viva de la vida! Los samaritanos creían que el siguiente profeta después de Moisés sería el Mesías. Por eso solo reconocían los cinco libros de Moisés como sus Escrituras. Ella sospechaba que Jesús podría ser el Mesías, pero todavía avergonzada, trató de evitar el escrutinio de su pecado debatiendo sobre teología.

En cuarto lugar, está la lección de la verdadera adoración: porque dice: En tiempo aceptable te he oído, Y en día de salvación te he socorrido: ¡He aquí ahora el tiempo aceptable! ¡He aquí ahora el día de salvación! (Segunda Corintios 6:2).

Nuestros padres adoraron en este monte, y vosotros decís que en Jerusalén está el lugar donde se debe adorar (Juan 4:20). Al dar testimonio, tan pronto como se llega al tema del pecado, lo primero que la gente quiere hacer es discutir teología. Como, “Ah, sí, ¿de dónde obtuvo Caín su esposa?” Como si eso tuviera algo que ver con su pecado o su salvación. Así que tratan de discutir teología para evitar la cuestión del pecado en sus vidas.

Pero Él se negó a involucrarse en el debate. Jesús no desestimó su pregunta, aunque sabía lo que ella intentaba hacer. Le dio una respuesta breve, pero muy convincente, diciendo: Mujer, créeme que viene una hora cuando ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre (Juan 4:21). (La palabra adoraréis, griego: proskunéo, significa besar la cara). Viene una hora en que no habrá un lugar central de adoración, ni en Jerusalén ni en el monte Gerizim, sino que el lugar propio de adoración será en el Espíritu y en la verdad (esto no fue cierto durante la Dispensación de la Torá/Ley, pero, durante la Dispensación del Reino mesiánico, Yeshua estará gobernando y reinando personalmente desde el Templo en Jerusalén). Vosotros adoráis lo que no sabéis; nosotros adoramos lo que sabemos, porque la salvación viene de los judíos (Juan 4:22). Después de responder a su pregunta teológica, el Señor volvió a la cuestión real: Pero viene una hora, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y verdad, porque también el Padre tales adoradores quiere que lo adoren (Juan 4:23).

Dios es espíritu; y los que adoran, deben adorar en espíritu y verdad (Juan 4:24). Este versículo se usa a veces incorrectamente para apoyar la idea errónea de que la Torá es inferior o que ya no está en vigencia, al haber sido reemplazada por la adoración en espíritu y en verdad (la traducción literal es espiritualmente y verdaderamente). Pero la adoración espiritual y verdaderano debe compararse con la Torá. Más bien, la adoración espiritual y verdadera es el estándar universal de ADONAI, que Él también ordena en la propia Torá/Ley. La Torá/Ley se opone al legalismo y a la mera realización de actos y rutinas sin una verdadera conexión espiritual con Dios.361 

Finalmente, Jesús se ocupa de su fe; ¿en quién necesitaba realmente creer ella? Le dice la mujer: Sé que viene el Mesías, que es llamado el Ungido; cuando Él venga, nos declarará todas las cosas (Juan 4:25). Ella estaba insinuando firmemente que sospechaba que Yeshua mismo podía ser el Mesías. Cuando Simón Pedro confesó más tarde su fe en que el Señor era el Mesías, el Hijo del Dios viviente, Yeshua le dijo: Bienaventurado eres Simón bar Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos (Mateo 16:17). Lo mismo sucedió con aquella mujer samaritana. El Espíritu Santo estaba obrando en su corazón. Dios Padre la estaba atrayendo irresistiblemente a Cristo, revelando la verdad de cosas que ojo no vio, ni oído oyó (Primera Corintios 2:9a). 

Entonces el rabino/maestro galileo estaba listo para retirar la cortina y revelar Su verdadera identidad de una manera sin precedentes. En el momento en que ella expresó su deseo por Cristo, Él le respondió: YO SOY, el que habla contigo (Juan 4:26). No hacía falta nada más, el Salvador de los pecadores se reveló, eso fue suficiente. Es asombroso darse cuenta de que Jesús eligió ese momento, ese lugar y esa mujer para ser parte del escenario donde Él Se revelaría (por primera vez en la historia) Él mismo como el Mesías. Nunca más declararía quién era tan claramente, hasta la noche de Su traición.362

Se había dado el primer paso y la puerta estaba abierta de par en par para que el evangelio entrara en la ciudad samaritana de Sicar. Finalmente, ella lo reconoció como el Mesías y los apóstoles regresaron.

Padre, tu Palabra nos asegura que nadie está sin esperanza. aceptas y amas a cada uno de nosotros, a pesar de nuestros fracasos. Nos ofreces salvación. Nos ofreces misericordia. Nos ofreces amor. Gracias por intervenir en nuestras vidas y rescatarnos de la esclavitud del pecado. Te alabamos por Tu misericordia, perdón y amor. 363

Ntd: No hay ningún mandamiento de la ley de Moisés que sea obligatorio en esta era, pero el hijo o hija de Dios puede ejercer la libertad de cumplir alguno de ellos que no vayan contra el Nuevo Testamento.