Jesús sana al hijo de un funcionario
Juan 4: 46-54
Jesús sana al hijo de un funcionario ESCUDRIÑAR: Ahora que Jesús está de nuevo en casa, ¿qué motiva al pueblo a darle la bienvenida? ¿Cómo explica el contraste entre la bienvenida de la multitud en Juan 4:45 y los comentarios de Yeshua en Juan versículos 44 y 48? ¿En qué se parecen o se diferencian los galileos de los samaritanos en Juan 39-42? ¿Qué motiva al funcionario real a viajar tan lejos? ¿Cómo habría respondido usted a lo que el Mesías le dijo que hiciera? ¿Cuál fue el resultado de su acción? ¿Qué indica esta señal milagrosa acerca del Señor?
REFLEXIONAR: ¿Por qué viajó el oficial real a Caná? ¿Cómo se compara el milagro de la boda con la sanación del hijo del hombre? ¿Cómo le pidió el oficial real a Cristo que lo acompañara? ¿Qué había de inusual en eso? ¿Por qué Yeshua fue tan brusco con él? ¿Cuál era la diferencia entre creer en las palabras de Jesús y creer en Él como el Mesías? ¿Qué lo convenció de creer? ¿Necesita una señal de Dios para saber que Él está ahí para usted? ¿Cuándo fue la última vez que confió plenamente en el Señor en una crisis?
La breve cosecha en Samaria fue también el comienzo del tiempo de la siembra, como Yeshua había indicado a Sus apóstoles. Cuando llegó pues a Galilea, lo acogieron bien los galileos, habiendo visto todo lo que había hecho en Jerusalén, porque también ellos habían ido a la fiesta (Juan 4:45). Fue una introducción a Su gran ministerio en Galilea. Su primer milagro no fue para que el público lo viera (vea el enlace haga clic en Bq – Jesús convierte el agua en vino). Este fue para que Sus talmidim tuvieran fe en Él. El Siervo Sufriente, sin embargo, ya había comenzado Su ministerio público en Jerusalén cuando limpió el Templo (vea Bs – La primera purificación del Templo por parte de Jesús). Ahora que Juan había sido encarcelado, Cristo retomó el mensaje de Su precursor, sólo que, con un alcance más amplio, instando a las multitudes a creer en el evangelio que Él defendía.
El Maestro había advertido a los doce, diciendo: En verdad os digo que ningún profeta es grato en su tierra (Lucas 4:24). Y este era el Suyo ¡el hogar de su infancia! Esto resaltaría la ironía del rechazo del judío, tan pronto después de que Jesús había disfrutado de tanto éxito entre los samaritanos. Mientras que en esta ocasión los galileos trataron a Yeshua hospitalariamente –quizás se sintieron orgullosos de su héroe local– el rabino renegado mantuvo la buena voluntad de ellos en perspectiva.
Cuando las personas obtienen lo que quieren, la fe les llega fácilmente. Pero, ¿cómo responden cuando se enfrentan a la Verdad? Cuando Cristo confrontó sus expectativas mal interpretadas, ¿cuáles elegirían ellos? Los días venideros revelarían un choque de voluntades: las expectativas humanas versus la soberanía de ADONAI. El encuentro con el funcionario real ilustró el tipo de fe que Él buscaba, entonces y ahora.377
Y vino otra vez a Caná de Galilea, donde había convertido el agua en vino (Juan 4:46a). Cuando ponemos estos dos milagros uno al lado del otro, podemos ver que hay alguna conexión entre ellos, algo que tienen en común. Al estudiarlos, hay siete comparaciones sorprendentes.
Primero, ambos sucedieron al tercer día. En Juan 2:1 leemos: Al tercer día hubo una boda en Caná de Galilea, y estaba allí la madre de Jesús. Y en Juan 4:43 se nos dice: Después de los dos días [en Samaria], salió de allí hacia Galilea.
En segundo lugar, cuando María fue a ver a Jesús y le dijo que no tenían vino, Él pareció reprenderla, pero Sus comentarios en realidad eran para su propio bien (Juan 2:4); así que cuando el oficial real le pidió al Señor que descendiera y sanara a su hijo moribundo, la respuesta del Mesías pareció bastante dura, pero una vez más, en última instancia fue para su propio bien (Juan 4:48).
En tercer lugar, en cada caso vemos la respuesta obediente de aquellos a quienes Jesús dio órdenes. Jesús les dice: Llenad las tinajas de agua. Y las llenaron hasta el borde. También les dice: Sacad ahora y llevad al maestresala. Y se lo llevaron (Juan 2:7-8). Le dice el cortesano: Señor, baja antes que mi niño muera. Jesús le dice: ¡Ve, tu hijo vive! Y el hombre creyó a la palabra que le dijo Jesús, y se puso a caminar (Juan 4:49-50).
En cuarto lugar, en ambos milagros vemos la palabra en acción; en cada uno de ellos, nuestro Salvador no hizo nada más que hablar. A María le respondió… (Juan 2:4a), y al oficial le dijo… (Juan 4:48). Hay dos palabras principales en el Nuevo Pacto que traducen “palabra”. Logos se refiere principalmente a la Palabra inspirada total de Dios (Juan 1:1; Lucas 8:11; Filipenses 2:16; Tito 2:5; Hebreos 4:12; 1 Pedro 1:23). Rema, sin embargo, se refiere a una palabra que se habla. A veces se usa explícitamente, pero muchas veces se infiere. En mis comentarios, uso Palabra para la expresión escrita y palabra para la expresión hablada.
En quinto lugar, en ambos relatos se destaca el conocimiento del que sirve. En la boda, los servidores obedecieron las órdenes de Cristo. También les dice: Sacad ahora y llevad al maestresala. Y se lo llevaron. Cuando el maestresala probó el agua hecha vino (porque no sabía de dónde provenía, aunque lo sabían los servidores que habían sacado el agua), el maestresala llama al esposo (Juan 2:8-9). Jesús le dice: ¡Ve, tu hijo vive! Y el hombre creyó a la palabra que le dijo Jesús, y se puso a caminar; y cuando ya bajaba, sus siervos le salieron al encuentro, diciendo: ¡Tu niño vive! (Juan 4:50-51).
Sexto, la consecuencia en cada caso fue que quienes presenciaron el milagro creyeron. Al concluir la boda leemos: y sus discípulos creyeron en él (Juan 2:11b), y en cuanto al cortesano (u oficial real): creyó él y toda su casa (Juan 4:53b).
Séptimo, hay una similitud intencionada en la forma en que termina cada narración. Al concluir la boda se nos dice: este principio de las señales hizo Jesús en Caná de Galilea, y manifestó su gloria; y sus discípulos creyeron en Él (Juan 2:11). Y después de que el hijo del oficial real fue sanado leemos: esta segunda señal hizo nuevamente Jesús después de ir de Judea a Galilea (Juan 4:54). Aquí tenemos una comparación entre dos milagros que, aunque separados en el tiempo, son los únicos milagros registrados en el Brit Hadashah que ocurrieron en Caná. 378
Y vino otra vez a Caná de Galilea, donde había convertido el agua en vino; y había un cortesano cuyo hijo estaba enfermo en Cafarnaum (Juan 4:46). Y había un cortesano (oficial del rey/funcionario real) que vivía en Capernaúm, el cual oyó que Jesús había regresado de Judea (Juan 4:46b). El término traducido como cortesano u oficial del rey, (griego: basilikos) generalmente se refiere a algo o alguien asociado con la realeza: vestimenta real (Hechos 12:21), territorio real (Hechos 12:20), ley real (Santiago 2:8). Este oficial real puede haber sido un miembro de la familia extensa de Herodes Antipas. Sin embargo, es más probable que fuera un judío que estaba a cargo de esta área en particular. De todos modos, era un hombre de influencia, riqueza y privilegio, que ejercía una autoridad considerable. Se nos dice que su hijo estaba enfermo en Capernaúm (Juan 4:46c).
Éste oyó que Jesús llegaba de Judea a Galilea, y fue a Él, y le rogaba que bajara y sanara a su hijo, pues estaba a punto de morir (Juan 4:47). El viaje de Capernaúm a Caná era de unos 29 kilómetros. No sólo eso, sino que Capernaúm está a 183 metros bajo el nivel del mar y Caná está a 457 metros sobre el nivel del mar, por lo que fue un viaje cuesta arriba todo el camino. Fue un viaje muy difícil, pero, La necesidad del hombre era grande.
Siendo un hombre de gran influencia en la zona, podemos estar seguros de que su llegada no pasó desapercibida. Pero, su comportamiento no estuvo a la altura de su posición. Inmediatamente le rogaba que bajara y sanara a su hijo, pues estaba a punto de morir (Juan 4:47b). El verbo rogar está en tiempo imperfecto, lo que indica una acción continua. Como su hijo estaba casi muerto, el oficial abandonó toda dignidad y siguió rogando y rogando al Señor que bajara y sanara a su hijo. Nótese que el padre pensó que Cristo tenía que estar físicamente presente para que se produjera cualquier sanación.
La respuesta, al principio puede parecer bastante dura: Jesús le dijo: Si no veis señales y prodigios, de ningún modo creéis (Juan 4:48). Pero esto estaba dirigido a un público más amplio que el oficial real, como indicaría el uso “vosotros” de la tercera persona del plural. No era tanto la respuesta del Maestro a la petición del hombre, sino una reflexión sobre el motivo de la petición: señales milagrosas. Esta era la actitud típica de los galileos. Como este hombre era un judío aristocráta, es probable que fuera miembro de los saduceos, que no creían en el Seol ni en ninguna otra vida, buena o mala (vea Ja – ¿De quién será esposa en la resurrección?),. Ellos creían que las personas tomaban sus propias decisiones y, por lo tanto, merecían cualquier destino que les deparara esta vida. Por eso, que un saduceo suplicara repetidamente por la vida de su hijo era, cuanto menos, inusual.
Es como si Jesús realmente estuviera diciendo: “¿Vuestra fe depende de algún tipo de señal? ¿Has venido porque ya crees que YO SOY el Mesías o viniste porque necesitas ser convencido?” Sin embargo, el oficial real no se defendió ni discutió. Simplemente rogó al Señor una y otra vez: le dice el cortesano: Señor, baja antes que mi niño muera (Juan 4:49). Pero Yeshua se turbó y fue brusco porque la motivación del oficial real estaba equivocada. Aquí fue sutil, más tarde sería inconfundible (Juan 6:26-27). Buscó al Maestro como un medio para obtener lo que quería (aunque comprensible), no porque Él fuera el Mesías digno de adoración. Tan sincero como era, estaba sinceramente equivocado; el oficial real pasó por alto el panorama más amplio de la venida de Cristo.
El oficial real, sin embargo, no se rindió. En ese momento desesperado, no era un aristócrata, ni un oficial, ni un saduceo, ni siquiera un galileo. Era un padre, preocupado por su hijo moribundo. Yeshua usó su vulnerabilidad para enseñarle una lección sobre la fe que nunca olvidaría. Jesús le dice: ¡Ve, tu hijo vive! Básicamente, lo que estaba diciendo era: “Sigue con tus asuntos, tu hijo está bien”.
Jesús le dice: ¡Ve, tu hijo vive! Y el hombre creyó a la palabra que le dijo Jesús, y se puso a caminar (Juan 4:50). El hombre no pidió señal, solo creyó en lo que Yeshua dijo, pero no necesariamente en Yeshua como su Señor y Salvador. Cuando Juan usa el verbo creer sin un objeto –como en, muchas personas creyeron (Juan 1:7 y 50; 3:12 y 15; 4:41)– describe la fe salvadora en Jesús como Salvador (vea Bw – Lo que Dios hace por nosotros en el momento de la fe). Lo mismo es cierto de la frase, creyó en Él (Juan 3:16-17). El oficial real creyó en lo que Yeshua dijo, pero no fue la misma fe que salvó a los samaritanos (Juan 4:41). Claramente, las palabras de Jesús eran todo lo que necesitaba oír, así que se fue sin más ruegos (Juan 4:50). La palabra griega para se fue es el mismo verbo para ir que el Señor usó anteriormente.379
…y cuando ya bajaba, sus siervos le salieron al encuentro, diciendo: ¡Tu niño vive! Les preguntó, pues, la hora en que había comenzado a estar mejor. Y le dijeron: Ayer, a la hora séptima, lo dejó la fiebre (Juan 4:51-52). La reacción natural hubiera sido que corriera rápidamente de regreso a Capernaúm para verificar el estado de su hijo. Pero el hombre no lo hizo. Al parecer, se dedicó a sus asuntos y pasó la noche en Caná antes de partir hacia Capernaúm por la mañana. Cuando preguntó la hora en que había comenzado a estar mejor, le dijeron: ayer, a la hora séptima (1:00 pm), lo dejó la fiebre. El rabino hacedor de milagros le había dicho que su hijo viviría y el creyó en Él.
Entonces el padre entendió que aquella era la hora (séptima) en que Jesús le había dicho: ¡Tu hijo vive! Y creyó él y toda su casa (Juan 4:53). Esta hora (séptima) corresponde a las 13:00 horas. Nótese la ausencia de cualquier objeto directo. Antes creía lo que Yeshua dijo, ahora simplemente creía. Creía en Jesús como su Señor y Salvador.
Esta segunda señal hizo nuevamente Jesús después de ir de Judea a Galilea (Juan 4:54). Este es el segundo de los siete milagros en Juan (Juan 2:1-11; 4:46-54, 5:1-15, 6:1-15, 6:16-24, 9:1-34, 11:1-44). El primer milagro fue convertir el agua en vino, y la segunda señal fue curar al hijo del oficial real.
Sabemos por los otros relatos de los evangelios que el Maestro realizó muchos más milagros (Juan 21:25) en Galilea y Judea, y Su creciente fama se extendió como un reguero de pólvora. Mucha gente buscó su sanación física y espiritual. No tardó mucho en atraer a innumerables discípulos. Algunos creyeron en lo que decía, mientras que otros creyeron en Él como su Señor. Pero, cuando se presentó a la nación de Israel como el Mesías, ¿qué clase de Salvador buscaban? ¿Cuál era su motivación? ¿Buscaban el perdón de sus pecados o alguien que pudiera darles lo que querían? ¿Aceptarían el Reino que Él les prometía, o querían un rey de su propia creación? Cuando el Ungido se volvió hacia Jerusalén, sus seguidores se enfrentaron a una difícil elección.
Las crisis exigen decisiones que demuestren el alcance de nuestra fe. Cuando enfrentamos desastres en nuestras vidas, ¿tratamos de confiar en nuestra propia capacidad para controlar los acontecimientos? La tendencia humana es agarrar el volante y tomar el control, aunque sabemos que cuando elegimos dejar que el Señor conduzca, nos abrimos a Su paz, incluso en las circunstancias más difíciles. Pero es más fácil decirlo que hacerlo, ¿no es así?
Si violan a su hija pequeña y esta pasa por la vida con una baja autoestima y todas las consecuencias que ello conlleva; si su hijo muere en un accidente de tráfico a causa de un conductor ebrio; si su cónyuge tiene una aventura y le deja por otra; si abusan de su hijo de doce años y acaba viviendo una vida homosexual cuando sea adulto… Podría seguir con la lista…
La elección es sencilla, pero no es fácil. O bien… creer que Dios le ama y tiene en mente lo mejor para usted, sin importar las circunstancias o no creer. No hay término medio. Todos los apóstoles, excepto Juan, fueron martirizados, pero siguieron creyendo. No importa lo que suceda, Dios siempre merece nuestra confianza, como dijo Job: Yo sé que mi Redentor vive, Y al fin se levantará sobre el polvo (Job 19:25).
Padre Celestial, Usted es mi proveedor y protector. Usted renunció a Su Hijo amado por mí, para que todas Sus promesas se hagan realidad en mi vida. Lo amo y le confío mi vida.380
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