Oísteis que fue dicho: no cometerás adulterio
Mateo 5: 27-30
Oísteis que fue dicho: “no cometerás adulterio” ESCUDRIÑAR: ¿Cuál es el meollo de esta cuestión? ¿Qué es lo que Yeshua está tratando de mostrar? ¿Por qué Jesús tuvo que abordar la situación del adulterio, cuando los Diez Mandamientos ya habían tratado sobre eso? ¿Qué pasa si accidentalmente usted ve algo tentador? ¿Qué puede hacer de antemano? ¿Cuál es el objetivo del Señor al utilizar un lenguaje exagerado?
REFLEXIONAR: ¿Cómo ha afectado el cambio de cultura a su matrimonio? ¿Qué cosas se aceptan hoy en día que nunca se hubieran aceptado en el pasado? ¿Es esta enseñanza sólo para hombres? ¿A qué se debe el cambio cultural? ¿Qué falta? ¿Qué puede hacer para protegerse a sí mismo y a su matrimonio? ¿Cómo puede enseñar a sus hijos acerca de este mensaje vital de una manera apropiada? ¿Cómo controla su vida de pensamientos?
Jesús continúa desenmascarando el externalismo moralista tipificado por los fariseos y los maestros de la Torá, al mostrar que sólo la justicia interna de la Torá/Ley es aceptable para ADONAI. Sin justicia interna, la vida exterior no hace ninguna diferencia. La evaluación divina de Dios se lleva a cabo en el corazón. Él juzga la fuente y el origen del pecado, no su manifestación externa, o la falta de ella. Porque según piensa en su alma, así es (Proverbios 23:7a). Yo no miro como mira el hombre, porque el hombre mira lo que hay ante sus ojos, pero YHVH mira el corazón (1 Samuel 16:7b).
En su segundo ejemplo de verdadera justicia, Jesús enseña acerca del adulterio y el pecado sexual en general, y cómo la Torá/Ley se diferencia del judaísmo farisaico. Al igual que con el ejemplo relacionado con el pecado de asesinato, esta ilustración comienza con una cita de los Diez Mandamientos. En Mateo 5:27 el Señor dijo: Oísteis que fue dicho: No cometerás adulterio (RV60) (le recomiendo encarecidamente que lea el comentario sobre Éxodo Dq – No cometerás adulterio). Una vez más, los rabinos tomaron el lenguaje sencillo de lo que escribió Moisés, y elaboraron sus propias interpretaciones. La santidad del matrimonio en las Escrituras es obviamente de gran importancia (Génesis 2:24; Proverbios 18:22; Hebreos 13:4). Se le llama pacto (hebreo brit) entre un hombre y una mujer, y el adulterio es un ataque a este pacto sagrado; como resultado, Jesús no perdió el tiempo, y abordó el tema al principio de Su ministerio.
La solución a la impureza sexual no puede ser externa porque la causa no es externa. El adulterio comienza con una decisión del corazón, y sin fundamentos bíblicos para un divorcio, en realidad lleva a la persona a cometer más adulterio (vea Ij – ¿Es lícito al hombre divorciarse de su esposa?). Job dijo: Si mi corazón se dejó arrastrar por una mujer, Y he acechado junto a la puerta de mi prójimo, ¡Muela mi mujer para otro, Y encórvense otros sobre ella! Eso sería una infamia, Y un delito castigado por los jueces (Job 31:9-11). Job ya sabía que la infidelidad física es, ante todo, un asunto del corazón (Santiago 1:13-15), y que la lujuria es tan pecaminosa a los ojos de Dios como el acto de adulterio.
Yeshua no está hablando de una exposición inesperada o inevitable a la tentación sexual. Sus ojos ven lo que ven, no puede hacer nada al respecto. Pero, una vez que usted ve algo provocativo, no tiene que mirarlo dos veces. Es la segunda mirada la que le meterá en problemas. El rey David no tuvo la culpa de ver a Betsabé bañándose. No pudo haber evitado notarla, porque ella estaba a la vista de todos, mientras David caminaba por la terraza del palacio. Su pecado fue mirarla dos veces, detenerse en la vista y ceder voluntariamente a la tentación. Pudo haber mirado hacia otro lado y haber ocupado su mente en otras cosas. El hecho de que la llevara a sus aposentos y cometiera adulterio con ella, mostró el deseo inmoral que ya existía en su corazón (Segunda Samuel 11:1-4).
Así como el corazón adúltero planea exponerse a situaciones que satisfacen la lujuria, el corazón piadoso planea para evitarlos siempre que sea posible y huir de ellos cuando sea inevitable. José no fue seducido por la esposa de Potifar: aconteció cierto día, que cuando él entraba en la casa para hacer su oficio, y no habiendo allí nadie de los de la casa, ella lo asió por su vestidura y le dijo: ¡Acuéstate conmigo!, pero él, dejando su vestidura en mano de ella, huyó y salió afuera (Génesis 39:11-12). Así como el corazón adúltero medita de antemano, así también el corazón piadoso. Job dice: Hice un pacto con mis ojos: ¿Fijaré la mirada en una doncella?… Si mi paso se ha apartado del camino, Y mi corazón se fue en pos de mis ojos, O si alguna mancha se pegó a mis manos, ¡Siembre yo y coma otro! ¡Sí, sea arrancado el producto de mi campo! (Job 31:1, 7-8).526
En Su estilo clásico, entonces, el Mesías resalta la intención profunda e interna de la Torá cuando Él dice: pero Yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón (Mateo 5:28). Cuando un hombre ve a una mujer hermosa o viceversa, sus ojos ven lo que ven. Esa primera mirada no se puede evitar, pero la segunda mirada es una decisión. Cuando alguien, hombre o mujer, da esa segunda mirada, la justicia del mandamiento ya ha sido quebrantada por la lujuria interna. Durante el primer siglo, se suponía que la pena por adulterio era la lapidación, aunque la pena de muerte judía rara vez se ejecutaba. Los jueces del tribunal eran nombrados vitaliciamente. De hecho, si un tribunal dictaba una condena de pena de muerte durante el ejercicio vitalicio de sus miembros, se le llamaba “tribunal de la horca”. Si estos dictaban dos condenas, se disolvía inmediatamente y todos los jueces eran expulsados y reemplazados por ser demasiado “sanguinarios”.
La Torá/Ley, sin embargo, retrata el adulterio como uno de los pecados más despreciables y atroces, castigado con la pena capital judía de ser apedreado hasta la muerte (Levítico 20:10; Deuteronomio 22:22). La Torá sentenciaba a muerte por lapidación por tocar el Monte Sinaí mientras Dios le estaba dando a Moisés los Diez Mandamientos (Éxodo 19:12-13), también por un buey que corneaba a alguien hasta matarlo (Éxodo 21:28), y por quebrantar el Shabat (Números 15:32-36). O cuando una joven no gritaba al ser violada (Deuteronomio 22:24), también por ofrecer un hijo al dios Moloc en el fuego (Levítico 20:2-5), por tener un “médium o espiritista (Levítico 20:27), por maldecir a Dios (Levítico 24:10-16), por participar en la idolatría (Deuteronomio 17:2-7) o inducir a otros para que lo hagan (Deuteronomio 13:1-11). Por rebelión contra los padres (Deuteronomio 21:18-21), por la mujer que le mintió a un hombre acerca de su virginidad cuando se casaron (Deuteronomio 22:13-21) y por las relaciones sexuales entre un hombre y una mujer comprometida con otro hombre (ambos deben ser apedreados, Deuteronomio 22:23-24).
Pero, para cuando Yeshua nació, prácticamente no había juicios capitales. La práctica, a todos los efectos, ya había sido abandonada. Pero, incluso en teoría, una persona no podía ser lapidada hasta que el acto se hubiera cometido (vea Gq – La mujer sorprendida en el acto de adulterio). Así que muchos de los judíos estaban cometiendo adulterio en sus corazones, pero no sentían ninguna necesidad de arrepentirse porque en realidad no habían cometido el acto. Jesús abordó esa situación con fuerza cuando dijo: Por tanto, si tu ojo derecho te es ocasión de caer, sácalo y échalo de ti; porque más te conviene que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea echado al infierno. Y si tu mano derecha te es ocasión de caer, córtala y échala de ti; pues más te conviene que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo se vaya al infierno (Mateo 5:29-30). Esta es una hipérbole clásica, o exageración utilizada para enfatizar, a menudo utilizada en la enseñanza rabínica. Arrancarse el ojo o cortarse la mano no tiene ningún efecto sobre el pecado porque el pecado es un asunto del corazón. Sin embargo, Cristo enfatizó claramente la gravedad de romper el pacto y los votos que uno había prometido.
En los cuatro Evangelios hay numerosos ejemplos de exageración por parte de Jesús. A veces, la exageración es una hipérbole en el sentido de que lo que se ordena o describe es literalmente imposible o inconcebible. En otras ocasiones, la hipérbole es más bien una exageración, puesto que un cumplimiento literal sería contrario a la intención de Jesús.
Las palabras acerca del ojo derecho y de la mano derecha son ejemplos de exageración (una exageración que es literalmente posible), en lugar de una hipérbole (una exageración que es literalmente imposible). Lamentablemente, el trágico hecho en la historia de la Iglesia, muestra que estas palabras se han llevado a cabo literalmente en ocasiones. Sin embargo, ciertamente el Gran Pastor no tenía la intención de hacer realmente estos actos horrendos, ya que la extirpación del ojo derecho no prohíbe que el ojo izquierdo continúe mirando lujuriosamente. De hecho, ni siquiera la extirpación de ambos ojos puede eliminar la lujuria. Tal automutilación no fue practicada por quienes oyeron a Jesús, porque sabían que el lenguaje que Él usó, tenía la intención de producir un cambio e inculcarles la necesidad de arrepentirse, en lugar de describir literalmente cómo se debía llevar a cabo el arrepentimiento. Por otro lado, los mandatos de arrepentirse en Lucas 13:3 y 5 se entienden como mandatos literales, porque Jesús predicó continuamente: Desde entonces comenzó Jesús a predicar y decir: Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado (Mateo 4:17).527 Una sociedad incrédula puede decir lo contrario, pero la llamada “libertad sexual” es, en realidad, esclavitud sexual: esclavitud a nuestras propias lujurias. 528
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