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Los discípulos de Juan siguen a Jesús
Juan 1: 35-51

Los discípulos de Juan siguen a Jesús ESCUDRIÑAR: A la luz de Juan 1:30-31, ¿cómo cree que se sintió Juan cuando sus discípulos lo dejaron para seguir a Jesús? ¿Qué dice eso sobre Juan? ¿Qué motivó a los discípulos de Juan a seguir a Yeshua? ¿Cuáles son los títulos utilizados en este archivo para describir a Jesús? ¿Qué significan esos títulos? ¿Qué tenía Felipe en común con Andrés? ¿Qué tipo de persona es Natanael? ¿Por qué podría resultarle difícil creer la declaración de Felipe? ¿Qué fórmula utilizó el Mesías al llamar a los cinco talmidim que inicialmente lo siguieron?

REFLEXIONAR: ¿Qué está buscando usted? ¿Cuál es su meta en la vida? ¿Qué es lo que realmente estás tratando de obtener de la vida? ¿Cuál fue su motivo para seguir a Jesús? ¿Cómo llego a confiar en el Salvador? ¿Cuáles fueron las circunstancias? ¿Cuánto sabía usted acerca de Él? ¿Quién fue un Andrés en su vida?

Nadie es más cuidadoso con los detalles del tiempo que el apóstol Juan. A partir de estos versículos y hasta 2:11, nos cuenta, paso a paso, la historia de la primera semana trascendental en la vida pública de Jesús.
Los eventos del primer día están en Juan 1:19-28.
La historia del segundo día se narra en 1:29-34.
El tercer díase desarrolla en 1:35-39.
Los tres versículos 1:40-42 cuentan la historia del cuarto día.
Los acontecimientos del quinto día se cuentan en 1:43-51.
El sexto día no se registra por alguna razón.
Y los eventos del séptimo día de la semana se narra en 2:1-11.300

Una vez más, vemos a Juan el Bautista señalando más allá de sí mismo. Él ya debe haber hablado con sus discípulos acerca de dejarlo y transferir su lealtad al nuevo y más grande Maestro una vez que Él apareciera. El Bautista no tenía ni un ápice de celos. Es extremadamente difícil ser la banda que prepara el escenario una vez que ya ha sido la atracción principal; sin embargo, Juan estaba decidido a cumplir la misión que Dios le había encomendado. Así que, tan pronto como Yeshua apareció, Juan no dudó en entregarle a sus discípulos a Él. Ellos se marcharon con su bendición.

Junto con la declaración de que el Reino estaba cerca, Jesús continuó llamando a Sus apóstoles. En este comentario sobre la vida de Cristo, se hace una distinción entre apóstoles y discípulos. Los Doce serán llamados apóstoles (o talmidim en hebreo), y los demás que llegarían a creer en Él serían llamados discípulos. Si bien es cierto que los apóstoles también eran discípulos, no es cierto que todos los discípulos fueran apóstoles.

El espacio en blanco entre los versículos bíblicos es terreno fértil para las preguntas, y hay mucho escrito entre líneas aquí. Nuestro Señor llamó a Sus primeros seis apóstoles: Juan hijo de Zebedeo, Andrés, Pedro, Felipe y Natanael (o Bartolomé). Santiago hijo de Zebedeo no se menciona específicamente en este relato, pero obviamente estaba allí. Podemos ver esto escrito entre líneas porque Jesús desarrolló una relación cercana con Su hermano Juan, y Santiago hijo de Zebedeo y Juan, hijos del trueno (Marcos 3:17), eran inseparables. El concepto de discipulado no era nuevo. Cualquier rabino importante tendría seguidores fieles que serían llamados a un compromiso tanto de seguir como de aprender (de ahí la palabra talmid -singular- que significa aprendiz). Esto implicaba más que simplemente pasar información, ya que también implicaba una relación personal cercana con su rabino.

Esto está bellamente expresado en el Talmud, comentario sobre la Torá, donde se llama a un discípulo a: Que tu casa sea un lugar de reunión para los rabinos, y cúbrete con el polvo de sus pies, y bebe sus palabras con sed (Pirke Avot 1:4). Los mejores talmidim (plural) fueron los que se mantuvieron tan cerca de su rabino (maestro) que pudieron asimilar cada detalle de su mentor. Ese debería ser un nuevo desafío hoy en día, cuando consideramos el llamado de Yeshua a nuestras vidas.301

El tercer día: Al día siguiente, de nuevo estaba Juan (el Bautista) con dos de sus discípulos (Juan 1:35). Esos discípulos fueron Andrés (Mateo 1:40a) y Juan, hijo de Zebedeo (Mateo 4:21a; Marcos 1:19a), que acabaría siendo el autor humano del libro de Juan. Era un recurso literario común en aquellos días que el autor se incluyera a sí mismo en la escena sin mencionar su nombre. Por ejemplo, Marcos se referiría a sí mismo huyendo del jardín de Getsemaní cuando escribió: También prendieron a cierto joven que lo seguía cubierto con una sábana sobre su cuerpo. Pero él, dejando la sábana, huyó desnudo (Marcos 14:51-52). Y sin nombrarse, Juan, hijo de Zebedeo, se referiría a sí mismo como el [apóstol] a quien Jesús amaba (Juan 13:23a). Juan identificó rápidamente a Andrés (Juan 1:40) como uno de sus dos discípulos, pero no se mencionó a sí mismo, como era costumbre entre los autores de esa época.

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Cuando Juan el Bautista vio a Jesús que pasaba, dice: He ahí el Cordero de Dios. Y sus dos discípulos lo oyeron hablar, y siguieron a Jesús (Juan 1:36-37). Puede ser que ellos fueran demasiado tímidos para acercarse a Él directamente y lo siguieron respetuosamente a cierta distancia. Entonces Yeshua hizo algo completamente típico. Volviéndose entonces Jesús y viéndolos que lo seguían, les dice: ¿Qué buscáis? Ellos entonces le dijeron: Rabbí (que traducido es, Maestro), ¿dónde moras? (Juan 1:38). Es decir, El los encontró a ellos a mitad de camino. Les hizo las cosas más fáciles. Él abrió la puerta para que pudieran entrar. Aquí tenemos el símbolo de la iniciativa divina.

ADONAI siempre da el primer paso. Cuando la mente humana comienza a buscar, y el corazón humano comienza a anhelar, el SEÑOR viene a nuestro encuentro más allá de la mitad del camino. YHVH no nos deja buscando y buscando hasta que Él venga; Él sale a nuestro encuentro. Como dijo Agustín: “Ni siquiera hubiéramos podido comenzar a buscar a Dios si Él no nos hubiera encontrado ya”. Cuando vamos a Elohim no vamos a Aquel que se esconde y nos mantiene a distancia; vamos a Aquel que está esperándonos, y que incluso toma la iniciativa.302 Como dice Juan 3:16-17: Porque de tal manera amó Dios al mundo, que dio a su Hijo Unigénito, para que todo aquel que en Él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque Dios no envió al Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por medio de Él. Vea el enlace haga clic Ms – La seguridad eterna del creyente.

Entonces Jesús comenzó haciéndoles la pregunta más fundamental de la vida: ¿Qué buscáis? (Juan 1:38b) Esta era una pregunta muy relevante para Palestina en su época. ¿Eran ellos legalistas, buscando sólo detalles sutiles y difíciles de entender en la Torá, como los fariseos y los maestros de la Torá? ¿Eran materialistas, viviendo sólo para hoy porque no queda nada después de morir, saduceos? ¿Eran nacionalistas que buscaban un comandante militar para sacudirse el yugo romano como los zelotes? ¿O eran hombres humildes de oración que buscaban a ADONAI y Su voluntad? ¿O eran simplemente hombres pecadores confundidos y perplejos que buscaban el perdón de Dios? ¡Bien podríamos hacernos la misma pregunta hoy!

Ellos entonces le dijeron: Rabbí (que traducido es, Maestro), ¿dónde moras? (Juan 1:38c)? En el mundo judío, esta pregunta era el medio por el cual un talmid se sometía a las enseñanzas de un rabino. Si el rabino esencialmente dijera que no es de su incumbencia, entonces esa persona sería rechazada como un talmid. Pero también ocurría lo contrario. Si el rabino decía: “ven y ve”, esa persona sería aceptada como su talmid. Por eso Jesús les dice: Venid y veréis.

Les dice: Venid y veréis. Fueron, pues, y vieron dónde moraba y se quedaron con Él aquel día, porque era como la hora décima (Juan 1:39). La hora decima es las cuatro de la tarde. Esto era muy importante para Juan y anotó la hora exacta. Uno sólo puede imaginar la conversación que tuvo lugar aquella tarde y aquella noche mientras Andrés y Juan escuchaban al rabino/maestro de Galilea explicar las Escrituras. Al igual que los dos en el camino a Emaús después de Su resurrección (Lucas 24:13-32), ellos quedaron cautivados por lo que oyeron. ¡Oh, pasar el día hablando con Jesús!

Es importante tener en cuenta que el Señor no comenzó a llamar a los rabinos de los numerosos seminarios de Jerusalén. En cambio, Yeshua llamó simples pescadores que trabajaban arduamente en el Mar de Galilea. Sin embargo, ellos no eran ignorantes porque sin duda recibieron la formación obligatoria para cualquier persona que creciera en esa época. Sin embargo, a muchos les sorprende que algunos de los apóstoles fueran gente común.

El cuarto día: Andrés, (el hermano de Simón Pedro). Uno de los que habían oído de Juan y lo habían seguido era Andrés, el hermano de Simón Pedro (Juan 1:40). Andrés quedó tan impresionado por lo que nuestro Salvador le había dicho el día anterior, que a la mañana siguiente éste, lo primero que hizo fue hallar a su hermano Simón, y le dice: Hemos hallado al Mesías, que traducido es, Ungido (Juan 1:41). Estaba claro que Andrés vivía bajo la sombra de su carismático hermano Pedro. La gente tal vez no supiera quién era Andrés, pero todos conocían a Pedro, y cuando hablaban de Andrés lo describían como el hermano de Pedro. Andrés no era uno del círculo íntimo de los talmidim. Cuando Yeshua sanó a la hija de Jairo, cuando Él se transfiguró en el Monte Hermón, cuando Él sufrió la agonía de Getsemaní, fueron Pedro, Santiago y Juan, a quienes el Hijo de Dios llevó consigo.

Habría sido muy fácil para Andrés resentirse con Pedro. ¿No fue él uno de los dos primeros apóstoles que siguieron a Jesús? Pedro, ¿no le debía él su encuentro a Jesús? ¿No podía esperar razonablemente un lugar destacado entre los doce? Pero a Andrés nunca se le ocurrió nada de eso. Estaba muy contento de quedarse atrás y dejar que su hermano fuera el centro de atención. Los asuntos de precedencia, lugar y honor no significaban nada para Andrés. Todo lo que importaba era estar con Yeshua y servirle lo mejor posible.

Andres lo llevó a Jesús. Mirándolo fijamente, Jesús dijo: Tú eres Simón, el hijo de Juan, tú serás llamado Cefas (que significa Pedro) (Juan 1:42). Esto se convertirá en un tema común, porque cada vez que vemos a Andrés, Él está llevando a alguien al Salvador. Sólo hay tres momentos en los Evangelios en los que Andrés es llevado al centro de la escena. El primer episodio es el que se presenta aquí, cuando trajo a Simón a Yeshua. El segundo, cuando alimentó a los 5.000, cuando trajo a un muchacho al Señor con cinco panes de cebada y dos peces (Juan 6:8-9). Y el tercero, cuando trajo a los griegos que preguntaban a la presencia de Jesús (Juan 12:22). La mayor alegría de Andrés fue traer a otros al Mesías.303

Jesús miró a Pedro. La palabra griega para miró es emblépo y describe una mirada concentrada e intensa que no sólo ve las cosas superficiales, sino que lee el corazón de una persona. El Señor le dijo: Tú eres Simón, el hijo de Juan, tú serás llamado Cefas (Juan 1:42b). Simón era el nombre hebreo del también conocido en griego como petros. Pedro o petros es un sustantivo masculino y significa una piedra pequeña o un guijarro.

El quinto día (Juan 1:43-51): Al día siguiente quiso salir hacia Galilea, y halla a Felipe; y Jesús le dice: Sígueme (Juan 1:43). Al día siguiente, después de despedirse de los huéspedes de su casa, Jesús decidió partir para una expedición de enseñanza en el norte a través de Galilea. Otro posible discípulo llamado Felipe vivía en Judea, tal vez con su familia extendida en el pequeño pueblo de Emaús, a 11 kilómetros de Jerusalén. Jesús sabía que era de Betsaida, un pueblo de pescadores en las orillas del norte del Mar de Galilea que recientemente se había convertido en una ciudad para honrar a la hija de César Augusto. Y Felipe era de Betsaida, de la ciudad de Andrés y de Pedro (Juan 1:44), que estaba cerca de Capernaum.

Al encontrar a Felipe, Yeshua le extendió una invitación de rabino (maestro), diciendo: sígueme (Juan 1:43). El verbo en tiempo presente tiene fuerza continua, continúa siguiéndome. Así se entendería la expresión como el llamado a ser apóstol permanente. No era sólo una práctica de los rabinos, sino que se consideraba uno de los deberes más sagrados que un maestro reuniera a su alrededor un círculo de talmidim. Felipe no se amilanó y siguió de inmediato. La facilidad con la que creyó es notable. En términos humanos, nadie había llevado a Felipe a Yeshua. Y he aquí había en Jerusalén un hombre cuyo nombre era Simeón. Y este hombre justo y devoto esperaba la liberación de Israel; y el Espíritu Santo estaba sobre él (Lucas 2:25). Él estaba listo, expectante, su corazón estaba preparado. Y Recibió a Jesús con alegría, sin vacilar, como el Mesías prometido desde hacía mucho tiempo, sin renuencia ni incredulidad. No le importaba en qué ciudad había crecido Yeshua. El supo al instante que había llegado al final de su búsqueda.

Esto era francamente fuera de lo común en Felipe, y revela hasta qué punto el Espíritu Santo había preparado su corazón. Su tendencia natural podría haber sido la de contenerse, dudar, hacer preguntas y esperar un tiempo (vea Fn – Jesús alimenta a los 5.000).304

No se nos da ninguna explicación de cómo Jesús conoció a Felipe. Ni siquiera se dice dónde lo encontró, o si Felipe era discípulo del Bautista, aunque parece probable. Así que el Señor se puso en Su camino para encontrar a este hombre perfectamente común y lo recluto en los talmidim que estaban creciendo rápidamente. Algunos de los apóstoles eran, sin duda, hombres de gran capacidad, pero, Felipe nos obliga a reflexionar sobre el hecho de que otros eran personas muy comunes. El Mesías necesitaba seguidores así. También es digno de notar que, al igual que con Sus sanaciones, no había ninguna fórmula en la manera en que el Señor realizaba Sus milagros o llamaba a Sus talmidim.305

Felipe, al igual que Andrés, no podía guardarse para sí la Buena Noticia. Felipe halla a Natanael y le dice: Hemos hallado a aquél de quien escribió Moisés en la ley y los profetas: a Jesús, hijo de José, el de Nazaret (Juan 1:45). El plural “nosotros” muestra que Felipe ya se había identificado con los talmidim.

Natanael le dijo: ¿De Nazaret puede salir algo bueno? Felipe le dice: Ven y ve (Juan 1:46). Observe la visión despectiva que los galileos tienen de los nazarenos. Nazaret fue consideraba una ciudad rural atrasada, no lejos de Séforis, que albergaba una guarnición de soldados romanos. Estaba situada en una ligera depresión en las montañas con vistas al vasto valle de Jezreel. Esto la convertía en un lugar perfecto para que los soldados vigilaran la región. Pero, cuando encuentra una ciudad llena de soldados aburridos, encontrará terreno fértil para la corrupción y la inmoralidad. Como resultado, los judíos de Nazaret, los nazarenos se ganaron una reputación de decadencia que llegó a ser legendaria, tal vez por su contacto regular con aquellos gentiles y por los hábitos depravados de los militares de aquella época. Hoy, sería como decir: “el Hijo de Dios viene de la Ciudad del pecado”. Era una reputación que los nazarenos no merecían, pero para la mentalidad religiosa de Israel, no importaba. Las apariencias lo eran todo.306

Felipe no intentó discutir con Natanael. A la gente no se la convence de entrar en el reino de los cielos. De hecho, las discusiones suelen hacer más daño que bien. La única manera de convencer a alguien de la realidad de Cristo es confrontarlo con Cristo. En general, es cierto decir que no es la predicación y la enseñanza argumentativa o filosófica lo que ha ganado a los perdidos para el Mesías. Es la presentación de la historia de la cruz. Felipe era sabio, no discutió, simplemente dijo: ven y ve. 307

La pregunta de Natanael sigue vigente, incluso dos mil años después… ¿Puede salir algo bueno de Nazaret? La respuesta de Felipe es igualmente actual hoy: ven y ve.

Ven y ve las vidas cambiadas…
los alcohólicos ahora sobrios,
los amargados ahora alegres,
los avergonzados ahora perdonados,
los matrimonios reconstruidos,
los huérfanos abrazados,
los encarcelados inspirados…

Ven y ve la mano traspasada de Dios tocar el corazón más común, enjugar la lágrima del rostro arrugado y perdonar el pecado más feo.

Ven y ve que Él no evita a nadie que lo busque. No ignora ninguna investigación. No teme ser buscado. 308

Jesús ve a Natanael que viene, y dice acerca de él: ¡He aquí un verdadero israelita, en quien no hay engaño! (Juan 1:47). Jesús sabía que Natanael estaba meditando en Génesis 28, donde Jacob se detuvo en Beerseba en su camino a quedarse con su tío Labán. Ahora bien, si alguna vez hubo un israelita en quien había mucho engaño, engaño, ese fue Labán.

Natanael le dice: ¿De dónde me conoces? Respondió Jesús, y le dijo: Antes que te llamara Felipe, cuando estabas debajo de la higuera, te vi (Juan 1:48). En aquellos días, era imposible que todos tuvieran una copia de las Escrituras. Por eso pasaban mucho tiempo memorizándolas y luego meditando sobre ellas. Los rabinos enseñaban que, si querías meditar sobre las Escrituras y recibir una bendición de Dios, el mejor lugar para hacerlo era debajo de una higuera. Tenía un estatus especial y, como resultado, algunos rabinos incluso enseñaban debajo de una higuera. Los comentarios judíos sobre el TaNaJ incluso decían que una persona entendería mejor las Escrituras si meditaba debajo de una higuera.

Jesús, y le dijo: Antes que te llamara Felipe, cuando estabas debajo de la higuera, te vi. Pero, en esta época de Su vida (a diferencia de cuando nació), Jesús era omnisciente y lo sabía todo. Natanael podría fácilmente haber estado meditando en el Templo o haciendo cualquier otra cosa. ¿Cuál fue la respuesta de Natanael?

Le respondió Natanael: ¡Rabbí, Tú eres el Hijo de Dios! ¡Tú eres el Rey de Israel! (Juan 1:49). Esta es una respuesta muy extraña. Si alguien dijera: «tuve una visión de ti en el templo el Shabat pasado, o en la iglesia el domingo pasado», la respuesta normal no sería: «Tú eres el Hijo de Dios». No habría nada inusual en estar en el templo o en la iglesia para justificar esa respuesta. Sería esperable. Pero Yeshua no sólo sabía que Natanael estaba meditando bajo una higuera, ¡sino que sabía exactamente en qué capítulo él estaba meditando!

Respondió Jesús y le dijo: ¿Porque te dije que te vi debajo de la higuera, crees? Cosas mayores que éstas verás. Y le dice: De cierto, de cierto os digo: Veréis el cielo abierto, y a los ángeles de Dios que ascienden y descienden sobre el Hijo del Hombre (Juan 1:50-51). En el griego es plural en ambos casos: ustedes verán. Fue en Betel donde Jacob se detuvo para pasar la noche y tuvo un sueño: He aquí una escalera apoyada en la tierra, cuya parte superior alcanzaba los cielos. He aquí los ángeles de Dios subían y bajaban por ella (Génesis 28:12). Y no sólo Yeshua sabía el capítulo exacto en el que estaba meditando Natanael, Jesús afirmó ser la escalera, el único medio para llegar de la tierra al cielo. Porque hay un solo Dios y un solo mediador entre Dios y los hombres: Jesús el hombre, el Mesías (Primera Timoteo 2:5).

El espíritu de Dios estaba obrando en los corazones de los primeros cinco talmidim. Habría más. Pero luego, Jesús realizaría en privado Su primer milagro para que Sus apóstoles creyeran en Él.