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¡Ay de vosotros los ricos!
Lucas 6: 24-26

Pero ¡ay de vosotros los ricos! ESCUDRIÑAR: ¿Cómo definiría usted cada advertencia que Lucas da aquí? ¿Cómo define este pasaje el reino de Dios? ¿Ser rico es algo malo? ¿Qué tiene de irónico que el enfoque principal de su vida sea buscar la autosatisfacción y la buena vida ahora? ¿Qué advierte Yeshua sobre buscar una reputación terrenal?

REFLEXIONAR: ¿Qué clase de desgracia añadiría usted para contrarrestar los valores que vemos hoy en los medios de comunicación? Usted ¿a quién está intentando complacer realmente? ¿a un amigo rico? ¿a su jefe? ¿a un pariente? ¿a un empleado? ¿o a Dios?

Aquellos que alcanzaron la verdadera justicia viven de acuerdo con un estándar divino absoluto. Los fariseos, por otro lado, no vivieron según el estándar absoluto de la Torá. Por ejemplo, ellos no reconocieron su necesidad de arrepentimiento, ya que se sentían completamente justos. Se sometieron solo a su propia autoridad. No ejercieron misericordia con aquellos que realmente la necesitaban. Solo se preocuparon por los elementos externos de la religión. Ellos causaron conflictos y desacuerdos, y fueron culpables de perseguir a los verdaderos creyentes. Mientras que la felicidad y la bienaventuranza caracterizaron a aquellos que alcanzaron el tipo de justica que la Torá/Ley demandaba, ¡ay de ellos! aquellos que fracasaron. Jesús declaró cuatro ayes.

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1. Pero ¡ay de vosotros los ricos, porque ya tenéis vuestro consuelo! (6:24). Los que no consiguen la verdadera justicia buscan la riqueza porque el materialismo es su objetivo. No buscan una relación con Dios, buscan la riqueza. Tenemos que mantener nuestros gustos sencillos. El Señor tiene mucho que decir acerca de los ricos incrédulos en las Escrituras. Así que el dinero, en sí mismo, no es el problema aquí. Se puede ser rico y ser una persona piadosa. Pero, como escribió Pablo a Timoteo: raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos se descarriaron de la fe, y se traspasaron a sí mismos con muchos dolores (1 Timoteo 6:10).

2. ¡Ay de vosotros, los que estáis saciados ahora, porque tendréis hambre! (6:25a). Quien no alcanza la verdadera justicia busca la autosatisfacción. Exige que se satisfagan sus propias necesidades, no las de los demás. María ya lo había anunciado antes (Lucas 1:53). Se trata de un ejemplo de sinécdoque en el que una parte del juicio sobre los saciados, es decir, el hambre, sirve de metáfora de todo el juicio que les sobrevendrá.509

3. ¡Ay de los que ahora reís, porque lamentaréis y lloraréis! (6:25b). Aquellos que no logran alcanzar la verdadera justicia buscan la buena vida ahora, sin pensar en el mañana. El estado actual temporal de felicidad, risas y glotonería de los ricos arrogantes, terminará un día y será seguido por un estado eterno de duelo y llanto. Como dicen, “no puede llevárselo con ellos”.

4. ¡Ay, cuando todos los hombres digan bien de vosotros, porque así hacían sus padres a los falsos profetas! (6:26). Quienes no logran alcanzar la verdadera justicia buscan una reputación terrenal. Se esfuerzan por agradar a la gente, en lugar de agradar a Dios. Cuando todos alaban a alguien, es mejor que esa persona tenga cuidado, porque aquellos profetas del TaNaJ que recibieron elogios universales eran, de hecho, falsos profetas (Isaías 30:9-11; Jeremías 5:31, 23:16-22; Miqueas 2:11).

Al final, todas estas cosas fracasarán. Pueden lograr estas cosas en esta vida, pero será temporal y tampoco podrán lograrlas en el Reino de Dios y el Estado Eterno (haga clic en el enlace vea el comentario sobre Apocalipsis Fh La Dispensación del Reino Mesiánico; vea también el comentario sobre Apocalipsis Fq El Estado Eterno). Los fariseos no veían necesidad de justicia más allá de la propia. No veían necesidad de arrepentimiento o sumisión. Estaban preocupados por sus demandas externas. Causando discordia entre sus compañeros judíos, los persiguieron simplemente porque podían. Excluyendo a Dios del asunto, pensaron que eran ellos los que tenían el control. 510

En 1915, el pastor William Barton comenzó a publicar una serie de artículos. Utilizando el lenguaje arcaico de un narrador de historias antiguo, escribió sus parábolas bajo el seudónimo de Safed el Sabio. Y durante los siguientes quince años compartió la sabiduría de Safed y su fiel esposa Keturah. Era un género que disfrutaba. A principios de la década de 1920, se decía que Safed tenía al menos tres millones de seguidores. Convertir un evento ordinario en una ilustración de una verdad espiritual fue siempre una tónica del ministerio de Barton.

Un día, Keturah me llamó para que fuera a almorzar. Entré y me senté frente a ella.

Y ella dijo: Da las gracias a Dios.

Y le pregunté, diciendo: ¿Por qué?

Y ella me preguntó, diciendo: ¿no tienes fe?

Y dije: Tengo fe, y eso es casi todo. Porque no veo nada que pueda comer, excepto un poco más de un kilogramo de miel.

Y ella dijo: Yo creo que cualquiera de nosotros podría justificarte en dar gracias.

Y yo dije: Así es, y lo haré. Porque tú y la miel sois más o menos del mismo tamaño, y hay otras cualidades que los dos poseen en común.

Y Keturah dijo: Sé breve con tus tonterías y pide la bendición de Dios por la comida. Porque, aunque sea un acto de fe, tu fe dará fruto si no te demoras hasta que se queme el resto del almuerzo.

Así que inclinamos nuestras cabezas y dimos gracias a Dios por cada uno de nosotros, por nuestro hogar, por nuestros hijos, por nuestros amigos y por la comida que yo tenía fe en creer que llegaría. Luego Keturah fue a la cocina y regresó con un maravilloso pastel de maíz.

Su color era como el del oro puro refinado en el fuego, y su olor era de olor fragante, y su aspecto era capaz de hacer agua la boca a cualquiera, incluso que tuviera un estómago delicado.

Y ella cortó el pastel de maíz dorado y me dio un gran cuadrado de él, como de casi un acre de superficie. Y lo corté en dos con un cuchillo y puse las dos mitades en mi plato, y las unté con manteca y luego puse miel encima.

Y cuando lo hube comido todo, devolví mi plato y Keturah me dio otra porción igual de grande. Y también la comí. Ahora bien, hubo una época en nuestra temprana vida matrimonial en que Keturah solía decir: Ten cuidado de no comer demasiado de un alimento como éste. Pero ya no lo dice más.

Y comí hasta que no tuve más deseos.

Y yo dije: “Keturah, hay menos miel, pero tú eres la misma”. Y le dije algo más sobre la miel y sobre ella misma, pero eso no es para publicar. Sólo pensé en esto: qué bueno es para un hombre tener comida en abundancia, rica, dulce y saludable, y tener un hogar dulce y agradable, y tener apetito y un trabajo.

Ahora he leído que George Washington comía abundantemente tortas de maíz y miel, y no me sorprende que fuera grande.

Amados, procurad mantener vuestros gustos sencillos y normales, y amar vuestro propio hogar, pues la época en que vivimos tiene gran necesidad de estas lecciones.