La insuficiencia del antiguo servicio sacerdotal
9: 6-7
La insuficiencia del antiguo servicio sacerdotal ESCUDRIÑAR: ¿Sobre qué base Dios tiene comunión con sus hijos? ¿Qué representaba el trabajo diario del sacerdote en el Lugar Santo con respecto a Cristo? ¿Cuál era el evento anual en Israel que sirvió como la imagen más grande del Mesías? ¿Qué procedimiento sacerdotal no era típico de Yeshua? ¿Qué representaban las dos cabras? ¿Cuándo entraba el sumo sacerdote al Lugar Santísimo? ¿Con qué propósito? ¿Qué pasaba si entraba con un pecado no confesado? ¿Cuál es el significado de que el sumo sacerdote ofreciera sacrificio de sangre por sí mismo?
REFLEXIONAR: El propiciatorio les recordaba a los israelitas la sangre derramada para cubrir sus pecados en Yom Kippur. ¿Qué experiencias o cosas en su vida le recuerdan la misericordia que se le mostró a usted mediante la sangre de Cristo?
El tabernáculo no era accesible al pueblo: No debemos tener la idea de que los israelitas se reunían en el Tabernáculo para adorar. A los sacerdotes se les permitía entrar al Tabernáculo, pero no a las otras tribus del pueblo. Además, aunque el sacerdote ministraba en el Lugar Santo día tras día, sólo el sumo sacerdote podía entrar en el Lugar Santísimo, y eso una vez al año. Cuando lo hacía, tenía que ofrecer un sacrificio por sus propios pecados, así como por los pecados del pueblo. En contraste con este, el Tabernáculo celestial está abierto a todo el pueblo de Dios, y en todo tiempo (para ver haga clic en el enlace Bn – La Superioridad del Nuevo Pacto). Vea también Ch – Acerquémonos a Dios. 219
El autor comienza con una descripción general del Lugar Santo. El énfasis está en el trabajo continuo y diario del sacerdote levítico que debía hacer lo mismo todos los días. Dispuestas así estas cosas, en la primera estancia ciertamente entraban continuamente los sacerdotes para cumplir los ritos (9:6) (vea Br – La Insuficiencia del Antiguo Santuario); sacerdotes en hebreo es cohanim. Estos deberes incluían atender el Candelabro dos veces al día, agregar aceite, arreglar las mechas y asegurarse de que la llama siguiera ardiendo (Éxodo 27:20-22; Levítico 24:1-4); colocar cada semana panes frescos en la mesa del pan de la Presencia (Levítico 24:5-9), y quemar incienso en el Altar del Incienso (Éxodo 30:7-9), como lo hizo Zacarías (vea el comentario sobre La Vida de Cristo Ak- Es anunciado el nacimiento de Juan el Bautista). El énfasis aquí está en la repetición. Todos los días, una y otra vez, ocurría lo mismo. El trabajo del sacerdote levítico nunca se terminaba. En esto representan a Jesucristo, quien no cesa de ministrar a nuestro favor. Su ministerio es perpetuo, continuo e incesante. Qué maravilloso que nuestro Señor nunca detiene Su obra sacerdotal en nuestro favor.
Pero en la segunda, sólo el sumo sacerdote, una vez al año, no sin sangre, la cual ofrecía por sí mismo y por los pecados de ignorancia del pueblo (9:7), la sangre era de un animal sacrificado como un recordatorio de que la muerte es el castigo. La palabra griega por es la transliteración de juper, una preposición que habla de sustitución. Significa por el bien de, o en nombre de. Señala el carácter sustitutivo de la expiación. Por ejemplo: …ni consideráis que os conviene que un solo hombre muera por el pueblo, y no que toda la nación perezca (Juan 11:50), otro ejemplo: …quien se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad (Tito 2:14a). Aquí la sangre se ofrece como un tipo que apunta a la expiación.220
Sin embargo, nada ilustra tan perfectamente al Mesías como la obra del sumo sacerdote en el Lugar Santísimo en el Día de la Expiación (vea el comentario sobre Éxodo Go – El Día de la Expiación). Cada vez que un israelita pecaba, su comunión con YHVH se rompía. Como resultado, los sacrificios por el pecado nunca se terminaban y el trabajo del sacerdote nunca se completaba. Sin embargo, a pesar del continuo sacrificio, los muchos pecados cometidos en la ignorancia se acumularían, por los cuales no se había hecho ningún sacrificio. El Día de la Expiación estaba destinado a hacer sacrificio por todos aquellos pecados que aún no habían sido cubiertos.
El Día de la Expiación, Yom Kippur, era un gran día para la liberación de la conciencia. El israelita sabía que cualquier pecado que pudiera haber pasado por alto en los sacrificios diarios sería solucionado. La pizarra estaría completamente limpia, al menos simbólicamente por un tiempo. Yom Kippur era un momento de liberación y alivio. Los judíos devotos anhelaban ese Día. Ellos mismos no podían entrar en el Lugar Santísimo, pero el sumo sacerdote entraría por ellos y serían liberados.
Como relata John MacArthur en su comentario sobre Hebreos, muy temprano en Yom Kippur, el sumo sacerdote se limpiaba ritualmente y se ponía sus elaboradas túnicas, con el pectoral (cerca de su corazón, lo que significa que llevaba al pueblo en su corazón) y el efod (en el hombro, lo que significa que tenía poder en su nombre) en representación de las doce tribus. Entonces comenzaba su sacrificio diario. A diferencia del Mesías, aquel tenía que hacer sacrificio por su propio pecado. Es muy probable que él ya hubiera sacrificado veintidós animales cuando llegaba al Lugar Santísimo: para el holocausto diario: un cordero; para la ofrenda de luna nueva o mensual, dos novillos, un carnero y siete corderos (Números 28:11-15); para los holocaustos del Día de la Expiación: un novillo, un carnero, siete corderos… (29:7-10) y por su propia ofrenda por el pecado: un novillo para ofrenda por el pecado y un carnero para holocausto (Levítico 16:3), vea también el comentario sobre Éxodo Go – El Día de la Expiación.
Después de terminar todos estos sacrificios, él se quitaba las vestiduras de gloria y hermosura y se volvía a bañar completamente. Él luego se vestía con una vestidura de lino blanco, sin decoración ni ornamento alguno, y realizaba el sacrificio de expiación.
El sumo sacerdote, vestido con su lino blanco, quitaba las brasas de fuego del altar de bronce donde se iba a realizar el sacrificio (vea el comentario sobre el Éxodo Fa – Construye un Altar de Madera de Acacia Revestida de Bronce). Luego él ponía incienso en un incensario de oro y lo llevaba al Lugar Santísimo. Aquí nuevamente hay una hermosa imagen del Mesías, intercediendo por Su propio pueblo ante la presencia de YHVH. Entonces salía el sumo sacerdote y tomaba un toro comprado con su propio dinero, porque había de ser ofrecido por su propio pecado. Después de sacrificar el toro y ofrecer el sacrificio, hacía que otro sacerdote lo ayudara a recoger la sangre a medida que escurría. Él juntaba un poco en un tazón pequeño y lo llevaba al Lugar Santísimo, y lo rociaba sobre el propiciatorio. El pueblo podía escuchar las campanas en su túnica mientras se movía. Cuando el salía, la gente respiraba aliviada cuando lo veían. Si hubiera entrado en el Lugar Santísimo ceremonialmente impuro, habría quedado muerto.
Cuando él salía, dos machos cabríos esperaban junto al altar de bronce. En una urna pequeña había dos suertes para determinar qué cabra se usaría para qué propósito. Una suerte estaba marcada para ADONAI y la otra para Azazel, el chivo expiatorio, que personificaba la impureza. A medida que se sorteaba cada suerte, esta se ataba al cuerno de uno de los machos cabríos. El macho cabrío designado para Ha’Shem entonces era sacrificado sobre el altar de bronce. Su sangre se recogía de la misma manera que la del toro y se juntaba en el tazón mientras se llevaba al Lugar Santísimo. Esta sangre también era rociada sobre el propiciatorio, pero esta vez por los pecados del pueblo. De nuevo él se apresuraba a salir. Solo sobre la base de la sangre de un macho cabrío YHVH tendría comunión con Israel, y solo sobre la base de la sangre de Yeshua Mesías el SEÑOR tendría comunión con nosotros. La sangre de Cristo en el propiciatorio, es el lugar donde Dios se encuentra con nosotros.
Entonces el sumo sacerdote ponía sus manos sobre el chivo que quedaba, Azazel, el chivo expiatorio, colocando simbólicamente los pecados del pueblo sobre la cabeza del chivo. Esta cabra era liberada en el desierto para que muriera, enviando simbólicamente los pecados del pueblo lejos por otro año. Los rabinos enseñan que lejos de implicar el reconocimiento de Azazel como deidad, el envío del macho cabrío fue una idea simbólica de que los pecados del pueblo y sus malas consecuencias debían ser enviados de vuelta al espíritu de desolación y ruina, la fuente de toda impureza.
Cuando el sumo sacerdote terminaba con el sacrificio de expiación, él se volvía a poner las vestiduras de gloria y hermosura, representando aún más la obra de nuestro Señor. En Su oración, anticipando lo que sucedería después de Su crucifixión y resurrección sacerdotal (vea el comentario sobre La vida de Cristo Kx – La Oración del Sumo Sacerdote). Yeshua (Jesús) dijo: Y ahora, Padre, glorifícame en tu presencia con la gloria que tuve contigo antes de que el mundo comenzara (Juan 17:5). Era como si Él estuviera diciendo, “Devuélveme Mis vestiduras. He hecho el trabajo de expiación. Mi obra de humildad ha terminado”.
Solo un hombre, de una familia, de un clan, de una tribu, de una nación, de una raza, de toda la humanidad, tuvo acceso alguna vez al Lugar Santísimo. E, incluso entonces, este hombre solo podía entrar un solo día del año, en Yom Kippur, porque solo había una celebración anual (vea el comentario sobre Éxodo Go – El Día de la Expiación). No podía jamás entrar en el Lugar Santísimo sin traer sangre. Ese era su pase, por así decirlo. El sumo sacerdote terrenal, que estaba haciendo la ofrenda en un Tabernáculo terrenal, necesitaba la misma protección de sangre que todos los demás. La palabra griega que se usa aquí para sangre, transliterada, es aimatos, que significa vasija de sangre. Primero, el sumo sacerdote tenía que ir al Lugar Santísimo para ofrecer la sangre por sus propios pecados. Sólo entonces, él podía entrar a ofrecer sangre por los pecados por ignorancia cometidos por el pueblo (estos requisitos se ven en Levítico 16). Aunque la ofrenda del Lugar Santísimo era una vez al año, todavía había repetición, año tras año. El Espíritu Santo está enfatizando que el antiguo servicio sacerdotal tenía un acceso muy limitado a Dios: solo el sumo sacerdote podía entrar al Lugar Santísimo, solo una vez al año, y solo con sangre.221
Qué maravilloso que ahora tengamos acceso a Dios las veinticuatro horas del día, los siete días de la semana, porque Yeshua pagó el sacrificio eterno por nuestros pecados. ¡Es increíble que Dios abra la puerta de la comunión con Él a todos los elegidos que aman y siguen al Mesías como Señor! Aunque la vida sea ajetreada, necesitamos hacer tiempo para la relación más importante que jamás tendremos: con nuestro Salvador y Señor. ¡Hagamos tiempo para la alegría que proviene de pasar tiempo con el Dios que nos ama con un amor extraordinario!
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