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La superioridad del sacrificio del Mesías
9: 11-12

La superioridad del sacrificio del Mesías ESCUDRIÑAR: ¿A qué se refería el más grande y más perfecto Tabernáculo? ¿De qué manera los servicios de Cristo eran diferentes de los de los sacerdotes? ¿A través de quién en obediencia hizo Jesús todo mientras estuvo en la tierra? ¿En qué se diferenció la limpieza del Mesías del sistema levítico? ¿Por qué el resultado eterno del sacrificio de Cristo es más significativo? ¿Dónde está ubicado el Tabernáculo que no es hecho por el hombre?

REFLEXIONAR: En lugar de cubrir nuestro pecado, la sangre de Cristo quita nuestro pecado a los ojos de Dios, ¿Qué tan lejos está el oriente del occidente? (Salmo 103:12). ¿Puede medir qué tan lejos está el este del oeste? ¿Qué le dice eso acerca del amor de Dios por usted? ¿Cómo cree que su vida sería diferente hoy si su pecado simplemente fuera cubierto en lugar de eliminado?

Incluso un estudiante casual de las Escrituras nota la conexión entre la sangre y la misericordia. Ya desde el hijo de Adán, los adoradores sabían que sin derramamiento de sangre no hay perdón de pecados. Según la ley, casi todo es purificado con sangre, y sin derramamiento de sangre no hay remisión (Hebreos 9:22). Abel, con un campo como templo y la tierra como altar, se convirtió en el primero en hacer lo que millones imitarían. Ofreció un sacrificio de sangre por los pecados. Los que siguieron su ejemplo forman una larga línea: Abraham, Moisés, Gedeón, Saúl y David. Sabían que el derramamiento de sangre era necesario para el perdón de los pecados. Jacob también lo sabía; por lo tanto, apiló las piedras para el altar. Pero la línea terminó en la cruz. Lo que Abel buscó lograr en el campo, YHVH lo logró con Su Hijo. Lo que Abel comenzó, el Mesías lo completó. Después del sacrificio de Cristo ya no habría necesidad de derramar sangre.226

El autor muestra la superioridad del sacrificio de Cristo de tres maneras. Los judíos que no habían puesto su fe en el Mesías y estaban considerando volver al Templo y al sistema Levítico necesitaban entender la superioridad del sacrificio del Mesías.

El Mesías tiene un mejor Tabernáculo: Hablando a los judíos incrédulos el Espíritu Santo dice: Pero habiendo venido el Mesías, Sumo Sacerdote de los bienes llegados, por medio de un mayor y perfecto tabernáculo, no hecho por manos, es a saber, no de esta creación (9:11). Él prueba esto contrastando el Tabernáculo terrenal en el que entró el sumo sacerdote levítico con el Tabernáculo celestial en el que Yeshua ha entrado. El Tabernáculo celestial es más grande y más perfecto que el terrenal. El Tabernáculo terrenal fue hecho con manos humanas pecadoras. El Tabernáculo celestial, más perfecto, sin embargo, no hecho por manos de hombre; no es parte de esta creación.

Para resumir, Cristo vino como Sumo Sacerdote de las cosas buenas por venir siendo los cumplimientos mesiánicos. Vino a través del Tabernáculo celestial, que es perfecto porque puede llevar al creyente a la madurez espiritual. El autor establece un contraste entre la obra del sumo sacerdote en el Día de la Expiación y la obra de Cristo. El contraste no es entre Jesús y las cinco ofrendas levíticas (Levítico 1-7), es entre el día más importante del calendario levítico y lo que el Mesías logró a través de Su muerte, resurrección y ascensión (vea el comentario sobre el Éxodo Go – El Día de la Expiación). Esto se convirtió en la base de Su ministerio como Gran Sumo Sacerdote en el Tabernáculo celestial que es más grande y más perfecto que el terrenal.227

Los sacerdotes levitas tenían que entrar al Lugar Santo solos, para el pueblo, no con el pueblo. Lo mismo ocurría con el sumo sacerdote levítico con respecto al Lugar Santísimo terrenal, donde ni siquiera podía llevar a otros sacerdotes. Pero nuestro Sumo Sacerdote celestial lleva a Su pueblo con Él hasta el trono de Dios. Él nos lleva al cielo mismo, no a la Gloria Shekinah, o a la manifestación visual de YHVH, sino a la presencia real de Dios. No sólo fue antes que nosotros, sino que Él también nos lleva con Él.

Si somos creyentes, Él nos ha llevado consigo. Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, aún estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con el Mesías (por gracia habéis sido salvados), y juntamente con Jesús el Mesías nos resucitó y nos hizo sentar en los cielos (Efesios 2:4-6). Cuando fuimos salvos, el Mesías nos llevó a la presencia del Padre, donde, espiritualmente hablando, ya vivimos con Él y viviremos con Él eternamente. Dado que Dios no está limitado por el tiempo, actualmente vivimos en el cielo en la presencia de Dios, en Su sala del trono y en Su Tabernáculo celestial. Porque nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde aguardamos ardientemente al Salvador, al Señor Jesús, el Mesías (Filipenses 3:20, vea también Primera Pedro 2:11).228

Jesús tiene una mejor ofrenda: El autor ahora hace una comparación entre los sacrificios del sumo sacerdote en el Día de la Expiación detallados en Levítico 16 y el sacrificio de Cristo en la cruz. El Mesías no entró en el primer Tabernáculo ni por medio de la sangre de machos cabríos ni de becerros, sino por medio de su propia sangre, entró una vez por todas en el lugar santísimo, habiendo asegurado eterna redención (9:12). La sangre de los machos cabríos era por el pueblo (Levítico 16:15), y la sangre de los becerros era por los sacerdotes (Levítico 16:11). Yeshua no entró en el Tabernáculo celestial llevando sangre de animales, sino que entró con Su propia sangre, que es memorial de Su sacrificio (vea el comentario sobre La vida de Cristo Kj – Partiendo el matzá del medio).229 Sin embargo, no debemos entender que nuestro Señor llevó Su sangre al cielo. Esa sangre preciosa fue derramada en la cruz y goteó sobre la tierra. Pero fue en virtud de ese hecho que entró en el cielo, habiendo realizado la salvación por el sacrificio de Sí mismo.230

Cristo ofrece una redención eterna: Un contraste adicional se refiere a la frecuencia. El sumo sacerdote podía entrar en el Lugar Santísimo terrenal sólo una vez al año. Pero Yeshúa entró una vez por todas en el lugar santísimo, habiendo asegurado eterna redención (9:12b). La palabra asegurado es la traducción de la palabra griega jeurisko. El escritor pudo haber usado lambano, que es el término general para la idea de obtener o procurar algo. Pero él usa una palabra especializada: jeurisko que significa encontrar, dar con, encontrar una cosa buscada, o descubrir. Así que la palabra habla del acto, no simplemente de obtener algo, sino de buscar algo, encontrarlo y luego abrazarlo. El problema de cómo un Dios justo podía exigir que se cumpliera la justicia en el caso del ser humano separado de Sí mismo por el pecado, y la misericordia ofrecida al malhechor, se resolvió con la muerte sustitutiva del Mesías en la cruz, Su resurrección y ascensión a los cielos al Tabernáculo. El Juez en este caso baja de Su trono de juicio para tomar sobre Sí mismo la culpa y el castigo del pecador. De esta manera se satisface la justicia, se mantiene Su Reino y se abren las compuertas de la misericordia, dando como resultado que toda la justicia de Cristo se transfiera a nuestra cuenta bancaria espiritual por medio de la fe. Que maravillosa gracia.

El medio de esta transferencia es el derramamiento de Su sangre. Esto también nos lo dice la palabra griega lutrosis, traducida como redención. Esta palabra usada como verbo significa liberar al recibir un rescate, redimir o liberar mediante el pago de un rescate. La palabra rescate (griego: lutron) se usaba para el dinero del rescate que se pagaba para liberar a los esclavos. Los pecadores son esclavos del pecado y del Adversario. El Mesías, por Su sacrificio en la cruz, pagó por nuestra liberación, el dinero del rescate Su sangre: Porque la paga del pecado es muerte, pero la dádiva de Dios es vida eterna en Jesús el Mesías, Señor nuestro (Romanos 6:23), y la muerte significa el derramamiento de sangre. Entonces, la necesidad primaria de la cruz fue satisfacer las demandas de la justicia ultrajada, de pagar el castigo por nuestro pecado, pasado, presente y futuro. Como pecadores, ponemos nuestra fe en Cristo como nuestro Sumo Sacerdote, y somos liberados para siempre de la pena del pecado. Salvados por la sangre de Jesús, somos salvos por toda la eternidad. Nunca podemos perder nuestra salvación (vea el comentario sobre La vida de Cristo Ms – La Seguridad Eterna del Creyente).231

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