Hospedaron ángeles sin saberlo
18: 1-15

No se olviden de practicar la hospitalidad, pues gracias a ella algunos, sin saberlo, hospedaron ángeles (Hebreos 13:2). No debemos ser hospitalarios motivados porque en alguna ocasión podamos encontrarnos ministrando a los ángeles. Esto no debería ser nuestra motivación para nuestra hospitalidad. Estamos para servir por amor, por el bien de aquellos a quienes ayudamos y para la gloria de Dios. El punto aquí es que nunca podemos saber lo importante y el gran alcance que puede tener un simple acto de bondad. Ministramos por la necesidad del otro, no por alguna consecuencia que quisiéramos. Abraham salió de su camino para ayudar a tres hombres que estaban de paso por su tienda. Él no esperó a que le pidan ayuda, se ofreció voluntariamente. Fue una oportunidad más que un deber, de hecho, considera el mayor servicio a sí mismo, diciendo: y exclamó: Señor mío, si he hallado gracia ante tus ojos, te ruego que no pases de largo junto a tu siervo (18:3 BTX). En ese momento no tenía ni idea de que dos de los hombres eran ángeles y que el tercero era el mismísimo Señor. Y si hubiera sabido quienes eran, no habría sido menor su hospitalidad.

En cierto sentido, siempre ministramos al Señor cuando somos hospitalarios, especialmente con otros creyentes. Y respondiendo el Rey, les dirá: De cierto os digo, en cuanto lo hicisteis a uno de éstos, mis hermanos más pequeños, a mí me lo hicisteis (Mateo 25:40 BTX). Alimentar a los hambrientos, ayudar al extranjero, vestir al desnudo, visitar a los encarcelados en el nombre de Jesús es servirle a Él. Pero dar la espalda a las personas necesitadas de este tipo de cosas es dar la espalda a Él. Entonces les responderá, diciendo: De cierto os digo: En cuanto no lo hicisteis a uno de estos más pequeños, tampoco me lo hicisteis a mí (Mateo 25:45).297

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