La eterna Nueva Jerusalén 21: 9 a 22: 5

La noche antes de Su muerte, Jesucristo hizo una promesa maravillosa a todos los que tienen fe, confianza y creen en él. Él dijo: No se turbe vuestro corazón; creed en Dios, creed también en mí. En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si no, os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y cuando me vaya y os prepare lugar, vengo otra vez y os tomaré a mí mismo, para que donde Yo estoy, vosotros también estéis (Juan 14:1-3). La casa del Padre a la que Yeshua se refirió es la Nueva Jerusalén, donde Dios vivirá con Su pueblo para siempre. Es el cielo actual donde Dios reina con sus ángeles santos, y donde los creyentes van cuando mueren. La Nueva Jerusalén descenderá del cielo para convertirse en la capital del cielo nuevo y la tierra nueva (21:2-3). Así como una persona que se prepara para viajar a un país extranjero desea información sobre ese país, los creyentes desean vislumbrar el glorioso lugar donde vivirán eternamente. Conociendo el ansioso sentido de anticipación de ellos, Dios ha proporcionado una descripción del cielo. Aunque solo se dan unos pocos detalles preciosos, no obstante son asombrosos. A medida que se desarrolla la visión de la Nueva Ciudad Santa, la historia habrá terminado y el tiempo ya no existirá. Juan y sus lectores son transportados al Estado Eterno. Habiendo descrito el lago de fuego, el temible y eterno destino de los perdidos, la visión lleva al apóstol exiliado al descanso (shabat) eterno de todos los de la fe. Debido a que es la ciudad capital del cielo y el vínculo entre el cielo nuevo y la tierra nueva, la Nueva Jerusalén es fundamental para la visión y se describe con mucho más detalle que el resto del Estado Eterno.483