Isaac murió y sus hijos Esaú
y Jacob lo sepultaron
35: 27-29

Desde la partida de Jacob de Beerseba hasta Harán, la familia de Isaac había regresado a Hebrón donde David un día sería ungido rey de Israel (II Samuel 5:3). Jacob (en Hebreo: Ya’akov) fue a su padre Isaac, en Mamre, ciudad de Arba, que es Hebrón, precisamente donde Abraham e Isaac habían peregrinado (35:27). Había visitado a su padre en varias ocasiones durante los diez años desde que regresó de Harán, pero ahora toda su familia había llegado a casa con él. Sus hijos y sus esposas habrían estado muy ansiosos de ver y escuchar al jefe de familia del que habían oído hablar toda sus vidas.

Y fueron los días de Isaac (hebreo: Yitz’chak) ciento ochenta años (35:28). Él vivió doce años más después de que Jacob retornó a él. Yitz’chak estaba aún vivo cuando pensó que José había sido muerto por un animal salvaje, aunque en realidad, había sido vendido como esclavo en Egipto (haga clic en el enlace y vea JbCuando pasaban los comerciantes madianitas, sus hermanos vendieron a José por veinte piezas de plata). Pero Moisés, bajo la inspiración de Dios el Espíritu Santo, consideró apropiado hablar de la muerte de Isaac aquí.

Y expiró Isaac y murió, y fue unido a su pueblo, anciano y lleno de días, y lo sepultaron sus hijos Esaú y Jacob (35:29). Aunque no se habla mucho en Génesis, los patriarcas creían en la vida después de la muerte. El espíritu de Isaac, sin duda, fue llevado al Seol, donde los espíritus de Sem, Noé, Abraham y otros justos del TaNaJ estaban descansando y esperando la resurrección y la redención (Lucas 16:19-31; Efesios 4:7-10) .

Es de destacar que lo sepultaron sus hijos Esaú y Jacob. Todavía estaban en comunión unos con otros muchos años después de su primera reunión. Estando juntos una vez más, ellos participaron en la ceremonia del entierro de su padre. Isaac fue enterrado en la misma tumba con Rebeca, Abraham y Sara, en la cueva de Macpela campo de Efrón que Abraham había comprado cerca de Mamré (que es Hebrón) (23:17-20).542 No se tiene ningún registro de que los dos hermanos volvieran a verse.

La muerte de Isaac solamente se informa aquí con el objeto de poner fin a este toldot. Eso no es lo que sucede cronológicamente, pero de acuerdo con el propósito de Génesis, la historia de una persona es terminada de manera que la historia de otra persona pueda comenzar.

Isaac muere en el momento en el cual José fue ascendido al segundo lugar al mando de Egipto (vea Jv José como primer ministro), sin saber que José todavía estaba vivo en Egipto. Así Isaac murió unos diez años antes de que Jacob se mudara a Egipto. Con el resumen de la familia de Jacob y la muerte de Isaac, la historia de Ya’akov llega a su fin. Pero antes de proceder al relato de lo que fue de Jacob, es decir, José, Moisés, bajo la inspiración del Espíritu Santo, coloca primero la línea de la no simiente de Esaú.

Jacob sufrió cuatro golpes devastadores en el capítulo 35. Murió Débora, que había cuidado de él desde el momento en que nació (35:8), Raquel, su amada esposa también murió (35:19), Rubén, su primogénito intentó apoderarse de la posición de su padre y violó a una de sus concubinas (35:22a), e Isaac, su padre, murió (35:29).

Fue un gran período de adversidad y sufrimiento para Ya’akov, y mientras vivamos también vamos a sufrir adversidades. Jesús dijo: para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y hace llover sobre justos e injustos (Mateo 5:45). Pero a diferencia de los que no tienen fe en Yeshua, no importa qué tan severa sea la carga, hay una cosa con la que el creyente puede contar. El sufrimiento nunca va a destruir al hijo de Dios. Esto no puede y no reclamará la victoria sobre los piadosos. Como rabino Saulo (Pablo) tan elocuentemente dijo: ¿Qué nos separará del amor del Mesías? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambruna, o desnudez, o peligro o espada? Como está escrito: Por causa de ti somos muertos todo el tiempo; Somos estimados como ovejas de matadero. Al contrario, en todas estas cosas somos más que victoriosos por medio del que nos amó. Porque he sido persuadido de que ni la muerte ni la vida, ni ángeles ni gobernantes, ni lo presente, ni lo por venir, ni las potestades, ni lo alto, ni lo bajo, ni ninguna otra cosa creada podrá separarnos del amor de Dios, que es en Jesús el Mesías, Señor nuestro (Romanos 8:35-39).

Ntd: En esta traducción se empleó la BTX 3º edición.

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